CONCEPCIONES GENERALES Y DECLARACION DE PRINCIPIOS
Columna Durruti
Columna Malatesta
Columna Joaquín Penina
“Nuestro objetivo es el bien de todos, la eliminación de todos los sufrimientos y la generalización de todas las alegrías que puedan depender de la voluntad humana; es la paz y el amor entre todos los seres humanos; es una nueva y mejor civilización, una humanidad más digna y feliz. Pero creemos que el bien de todos no puede alcanzarse realmente más que con la consciente colaboración de todos; creemos que no existen fórmulas mágicas capaces de resolver las dificultades; que no hay doctrinas universales e infalibles aplicables a todas las personas y a todos los casos; que no hay personas y partidos providenciales que puedan sustituir útilmente la voluntad de los demás por la suya propia y hacer el bien a la fuerza; creemos que la vida social adquiere siempre las formas que resultan del contraste de los intereses ideales de los que piensan y quieren. Por eso convocamos a todos a pensar y a querer”.
Malatesta, “Pensiero e Volontà”, 1 de enero de 1924
El proceso de lucha iniciado en la Argentina en los últimos 15 años, nos encontró a una generación de militantes anarquistas participando en diversos movimientos sociales, organizaciones de desocupados, comisiones gremiales, grupos culturales y de contra información, asambleas populares, etc. La necesidad de aportar a construir una estrategia propia de los anarquistas, para desarrollar un proyecto de ruptura revolucionaria con el sistema capitalista nos llevó a la búsqueda de espacios de encuentro.
Hoy en día redoblamos la apuesta en la búsqueda de expresar en un solo puño la diversidad de experiencias antiestatales que surgieron al calor de las últimas luchas sociales, retomando el bagaje histórico del anarquismo y
confrontándolo con nuevas realidades.
El nombre FACA lo reapropiamos por supuesto en alusión a la histórica F.A.C.A. fundada en 1935, no por pretender ser, ni creernos su exclusiva continuidad histórica, sino porque la tomamos como referencia de uno de los primeros desarrollos de organización específica anarquista en Argentina y porque desde su nombre se sintetizan nuestras intenciones de construcción federal del anarquismo organizado.
Porque creemos en un anarquismo interviniendo y con nuevas posibilidades de interpelación social, teniendo bien firmes los pies sobre el contexto en el cual vivimos.
Porque es un anarquismo de disputa y ruptura con las instituciones del sistema vigente.
Por todo ello nos organizamos en la Federación Anarco-Comunista de Argentina (FACA).
ABAJO EL ESTADO!!
VIVA LA ANARQUIA!!
Aclaraciones
En primer lugar nos parece importante haber logrado una serie de acuerdos sobre los principios que rigen nuestra práctica y militancia y que los mismos se pongan de manifiesto, en la experiencia práctica de nuestro anarquismo social. También debemos señalar que tenemos por delante un trabajo constante de profundización y actualización de nuestra declaración de principios en la medida que estemos involucrados/as en las luchas reales de la clase oprimida.
A su vez y esto es de fundamental importancia para nosotros/as, consideramos que los acuerdos, debates y propuestas que vayamos generando quienes integramos la FACA son una de las expresiones y alternativas posibles desde nuestra perspectiva libertaria. Ello significa en principio que descartamos la existencia de una organización política anarquista, acabada, representativa de todo el movimiento libertario, incluso y ni siquiera de la tendencia especifista.
En este sentido en la FACA hemos asumido el compromiso de iniciar un proceso de construcción de una organización política anarquista, poniendo de manifiesto nuestra manera de concebir el anarquismo y particularmente el anarquismo especifista.
Numerosas experiencias de organización política anarquista, cada una con su concepción política propia y sus modelos organizativos han aportado, según nuestra opinión a un proceso histórico más amplio dentro de la tradición anarquista y a su vez dentro de los procesos de lucha y resistencia de la clase oprimida. Sin embargo consideramos que a pesar de ello, hay concepciones que construyen un perfil de organización política anarquista, así como un perfil de práctica política que aportan en un sentido libertario a generar valores antagónicos, y otras concepciones con las que particularmente no estamos de acuerdo y consideramos que han reforzado los esquemas tradicionales vinculados a la idea de una ruptura revolucionaria dirigida u orientada por vanguardias o elites políticas. Esquemas de organización política en cuya estructura se han depositado expectativas sobredimensionadas en sus posibilidades. Consideramos finalmente que en el afán de crear y generar lineamientos estratégicos para la acción política, algunas experiencias del anarquismo especifista ha recaído en dogmatismos y fórmulas representativas de otras tendencias ideológicas.
Por este motivo consideramos que existe todo un debate abierto acerca de la organización política anarquista, el estilo y perfil de una práctica política libertaria coherente con nuestros fines, así como también una necesaria elaboración y/o profundización teórica desde una perspectiva anarquista, orientada a fortalecer nuestras herramientas y propuestas para la militancia social.
Por un anarquismo social y revolucionario
Pretendemos un anarquismo con intención revolucionaria, inserto en las luchas populares y en sintonía con su contexto histórico. Porque creemos en un anarquismo interviniendo y con nuevas posibilidades de interpelación social, teniendo bien firmes los pies sobre el contexto en el cual vivimos.
De lo que se trata es de ponernos en sintonía con nuestra época, rescatando lo mejor de nuestra tradición, que creemos, tiene mucho para aportar, pero sin caer en el dogmatismo ni en la ortodoxia. Anclados en el presente, sostenidos/as por el pasado y con proyección a futuro.
Por supuesto que no partimos de la nada. Partimos de un núcleo de ideas, principios, métodos, conceptos y experiencias propias del anarquismo, que como decíamos tienen total actualidad y funcionalidad, que nos sirven de
guía y motor, que distinguen al anarquismo como tal.
Podemos vislumbrar que, hasta entrada la década de 1930 hablar del movimiento anarquista en la Argentina hace referencia a un movimiento fuertemente involucrado en las luchas sociales. Diversos cambios relacionados a nuevas estrategias del capitalismo a nivel mundial, a la implacable persecución estatal y a las dificultades de adaptarse a los
nuevos tiempos eclipsaron al anarquismo. A partir de allí entró en un cono de sombras1.
Sin embargo, como plantea Christian Ferrer “ninguna idea enorme se extingue del todo en sus cenizas. A veces retorna, crepitante, dando chispazos, forjando el tipo de nidos donde se gestan las aves inmunes al fuego”2 . Así luego de varias décadas de ausencia el anarquismo resurgió3. Pero en este resurgir, “con la etiqueta de anarquismo encontramos un conjunto de elementos heterogéneos y en ciertos casos incompatibles.
Nosotros/as nos basamos en un anarquismo social y revolucionario. Social porque es un anarquismo inserto en las luchas populares y con posibilidades de interpelación social y revolucionario por que es un anarquismo de disputa y ruptura con las instituciones del sistema vigente. Asimismo buscamos romper con un tipo de anarquismo muy vigente en la actualidad que lo referencia solo como estilo de vida, desvinculándolo de objetivos de revolución social4._ __
Reconocemos al anarquismo como motor de una praxis transformadora de carácter libertario. Cuando hablamos de anarquismo como praxis lo hacemos en oposición a conceptos como doctrina o filosofía u otros parecidos que dan una idea estanca e incluso dogmática y ahistórica de lo que para nosotros representa el anarquismo. La idea de praxis nos da una visión dinámica de proceso en donde interactúan efectivamente una serie de principios ideológicos y teóricos con la práctica misma de los sujetos que buscan la transformación social dentro de un contexto determinado y de la
cual el anarquismo se nutre. Coincidimos con Castoriadis en que “lo que llamamos política revolucionaria es una praxis que se da como objetivo la organización y la orientación de la sociedad con miras a la autonomía de todos y reconoce que esta presupone una transformación radical de la sociedad que no será, a su vez, posible sino por el despliegue de la actividad autónoma de los hombres”5.
Este planteo ya lo encontramos presente en los orígenes del anarquismo: "las ideas en general no tienen un origen asignable, existen en embrión, o por briznas aquí y allí; pero se solicitan mutuamente, se reúnen, se reorganizan y toman, a posteriori un sentido nuevo cuando una nueva situación social las hace vivir. La idea surge de la acción y debe volver a la acción afirmaba Proudhon, y Bakunin va más lejos todavía: “hay que ir de la vida a la idea. Quien se apoya sobre la abstracción encontrará allí la muerte". 6
Asimismo, creemos que fue Malatesta quien dio central importancia a la praxis de los sujetos como motor de cambio social al desarrollar el concepto de voluntad. Así, Malatesta pensaba que la anarquía solo seria posible si las personas la deseaban, y si ponían en acción una voluntad revolucionaria: "La experiencia de una voluntad capaz de producir efectos nuevos, independientes de las leyes mecánicas de la naturaleza, es un presupuesto necesario para aquellos que sostienen que es posible reformar la sociedad. Para ir hacia un estado de sociedad sin gobierno (...), es preciso
entonces pensarlo y quererlo. Concebida así la anarquía se inscribe en la larga duración de la historia, se identifica con el espíritu de revuelta y con el deseo de libertad, pero agrega un contenido conceptual, una imagen de la sociedad que le es propia".7
SOBRE EL SISTEMA DE DOMINACIÓN CAPITALISTA
Sobre el concepto de dominación
Entendemos al capitalismo como un sistema de dominación. Según Errandonea "la institucionalización de una relación social concreta, en la cual unos deciden lo que implica a los otros y/o a todos, constituye una relación de dominación. Sea cual sea el mecanismo a través del cual se lo hace, el procedimiento utilizado, la ubicación de los que lo llevan a cabo y el contenido de ellas, en una palabra, la configuración sistemática de la adopción de decisiones constituye un sistema de dominación"8. De esta manera, un sistema de dominación involucra la institucionalización de relaciones de mando- obediencia.
Desde esta perspectiva, entendemos que el capitalismo es un sistema de dominio heredero de otras formas anteriores de dominación y a su vez forma propia, particular y nueva de dominio. Un sistema que domina no solo a través de la dimensión económica sino que opera en diferentes niveles y través de distintos mecanismos de dominio en todas las esferas de la vida social. Pero no es único e inmodificable, sino que es un producto histórico.
Entendemos al capitalismo contemporáneo como un sistema de dominación en el que opera una dinámica de poder compleja, relacional, multidimensional, capilar y en constante disputa entre diferentes fuerzas. Esto porque entendemos que el mundo social está constituido a partir de las distintas dimensiones del poder conformadas en todas las esferas de la sociedad, las cuales se influencian y dependen unas de otras. Se puede afirmar entonces, que el sistema de dominación actual, en realidad no es simple reflejo de las relaciones de la esfera económica sino que, se constituye en una interdependencia de las esferas política, económica, ideológica, cultural, etc. Las relaciones de poder se encuentran presentes en todas las relaciones sociales, impregnan la sociedad de forma capilar. De esta manera el poder penetra en las relaciones cotidianas y en las vidas de todos nosotros.
Con esto, hacemos referencia a lo que Ibáñez, a partir de Foucault, define como “paradigma estratégico del poder”: “el poder es una relación, un acto. El poder es algo que se ejerce. El poder tiene una presencia difusa en todo la estructura social, se produce en el todo social. Es omnipresente no porque llega a todos los lugares, sino porque brota en todas las partes [...] El poder toma la forma de los modelos de la física. El poder es consubstancial con lo social, no existen así, zonas sin poder o que escapen a su control. El poder es inmanente a los dominios en que se manifiesta, la
economía esta constituida por relaciones de poder que les son propias. El poder es ascendente, los poderes locales van delineando efectos de conjunto que conforman los niveles más generales: modificando las relaciones de fuerza locales se modifican los efectos del conjunto. [...] El poder es, ante todo, una instancia productiva. El poder produce saber, engendra procedimientos y objetos de saber. Quien ocupa una posición de poder produce saber. El poder resulta de una victoria; tiene una guerra por origen. Los mecanismos del poder son del orden del control y de la regulación, de la gestión y de la vigilancia. [...] El poder no funciona a partir del soberano, sino a partir de los sujetos. La vida es el símbolo del poder, su objetivo es regir y administrar la vida.”9 Así a partir de Foucault e Ibáñez, se puede definir al poder de dominación como una relación social concreta y dinámica entre diferentes fuerzas asimétricas, en la cual existe preponderancia de una(s) fuerza(s) en relación a otra(s).10
Una cuestión de Clase
Asimismo, un sistema de dominio se estructura a través de clases antagónicas: una que domina y otra que se encuentra bajo estas relaciones. De quienes sacan provecho de las mismas, nada se puede esperar, solo que intenten conservar, aumentar y reproducir de diversas maneras sus privilegios. Este conflicto entre clases antagónicas se expresa en una guerra social ó lucha de clases en todas las esferas de la vida social. Creemos que por este motivo, solo quienes sufren estas relaciones pueden desear e incluso luchar para destruir el sistema.
Planteamos entonces, una noción de clases y lucha de clases a partir de la categoría dominación, la cual abarca la explotación pero no se reduce a la misma, es decir, partimos de una noción más amplia de dominación. Esto implica que la estructura de clases no se defina solamente a partir de términos económicos (relaciones de producción), sino también, teniendo en cuenta tanto la propiedad de los medios de producción como de los medios de coerción, los instrumentos que gobiernan la sociedad y la dominación a través de procesos culturales dominantes, etc., sin autonomizar las esferas ya que, como mencionamos mas arriba, entre las mismas existe interdependencia.
Donde hay Dominación hay Resistencia
Creemos que toda relación de dominación implica resistencia. Así, entendemos que los procesos de dominación están relacionados de manera dialéctica con procesos de resistencia. De esta forma, si bien el sistema de dominación estructura en gran parte la forma en que entendemos el mundo y nuestras prácticas sociales, existe una experiencia social e histórica, real y concreta que nos permite problematizar la dominación y hacer posible el cambio. “La conciencia real -y no la teórica- de los miembros de una clase, es el producto de una serie de experiencias históricas prácticas relacionadas con vivir en el mundo. Esto implica todas las dimensiones de las relaciones de poder, y no solo las económicas".11 Asimismo, consideramos que, en los procesos sociales de lucha, el imaginario radical, que involucra la crítica radical y la creación, se vuelve importante a la hora de explicar el cambio social.
En base a esta definición de sistema de dominación como la institucionalización sistemática de relaciones de mando-obediencia, podemos caracterizar a la dominación y la autogestión en función de la capacidad de participación.12 Las luchas sociales con influencia de tradición anarquista impulsan un tipo de resistencia, la resistencia en sentido autogestivo, esto es, procesos prefigurativos que nos permiten ir tomando cada vez más decisiones en todos aquellos aspectos que involucran nuestra vida, tanto individual como colectiva, es decir, nos permiten ir ampliando la capacidad de participación y a la vez ir construyendo los embriones de la sociedad anarquista. Por otro lado, el capitalismo constituye una forma de organizar el mundo social, se sustenta "en la centralización del poder político del estado, esto es, un conjunto de instituciones controladas por una minoría posicionada sobre la sociedad, que regulan el conjunto social a partir de sus intereses particulares. Esta organización social funciona también a través de una serie de símbolos y significaciones, que difunden y conservan en el imaginario del pueblo lo fundamental de sus estructuras de dominación."13 Consideramos que estos planteos ya estaban latentes en los debates entre Marx y Bakunin hacia fines del siglo XIX, en donde este último argumentaba que "a pesar de que en un primer momento el estado pueda estar determinado por el factor económico inmediatamente después pasa a ser determinante en el proceso de mantenimiento y reproducción de las relaciones de dominación capitalista”.14 En este sentido marca que se analice el papel del estado de manera relacional, y no mecanicista, ya que ve que Marx pone al estado como un producto y nunca como productor de las relaciones de dominación y explotación. De esta manera, Bakunin coloca claramente a la dominación política estatal en un mismo nivel de importancia que la dominación económica. A partir de este último punto nos proponemos desarrollar a continuación qué entendemos por estado.
SOBRE EL ESTADO
Creemos que uno de los desafíos que tenemos que encarar como anarquistas es profundizar la comprensión acerca de lo que es el estado en sus distintas facetas ya que es central en la producción y reproducción de las relaciones de dominación capitalista y en la forma en que se expresan las luchas sociales de nuestros tiempos. Como plantea Errandonea "especialmente en el siglo XX, el estado se fue haciendo mucho más complejo. En la medida en que fue asumiendo otras funciones, a la vez que creció en su estructura burocrática, también se matizó en una serie de organizaciones públicas que tendieron a desconcentrarlo. Absorbió las muy anteriores autonomías municipales y universitarias y agregó las instituciones de enseñanza y de salud públicas destinadas a asistir a la generalidad de la población (,,,) Incorporó los monopolios naturales y otras grandes empresas productivas, y ocupó a una parte considerable de la población activa ".15 Asimismo, a través de estos aspectos y otros, que analizaremos en este apartado, el estado fue colonizando cada vez más espacios de la vida cotidiana profundizando el control social sobre nuestras vidas de una manera sin precedente.
En primer lugar queremos señalar que al igual que el poder, el estado no es una cosa u objeto que se pueda señalar, agarrar o “tomar”. La noción de estado como objeto material ha sido hegemónica tanto en perspectivas antisistémicas como en perspectivas conservadoras. En este sentido Philip Abrams señala: “Debemos abandonar la idea del estado como un objeto material (...) concreto o abstracto sin dejar de considerar la idea del estado con absoluta seriedad (...) El estado es, entonces, en todos los sentidos del término, un triunfo del ocultamiento. Oculta la historia real y las relaciones de sujeción detrás de una máscara ahistórica de ilusoria legitimidad (…) En suma: el estado no es la realidad que se encuentra detrás de la práctica política. El mismo es la máscara…".16
Foucault también planteaba alejarse de las definiciones instrumentalistas de estado, así, en uno de los pocos artículos en los que se refirió de manera directa a esta institución señalaba: "El estado no es universal; el estado no es en si mismo una fuente autónoma de poder; el estado no es otra cosa que los hechos; el perfil, el desglosamiento móvil de una perpetua estatalización, o de perpetuas estatalizaciones, de transacciones incesantes que modifican, desplazan, conmocionan o hacen decantarse insidiosamente, poco importa las finanzas, las modalidades de inversión, los centros
de decisión, las formas y los tipos de control, las relaciones entre los poderes locales y la autoridad central. El estado no es otra cosa más que el efecto móvil de un régimen de gubernamentabilidad múltiple" 17
Estos planteos cuestionan la "idea" naturalizada acerca de lo que es el estado. Por ejemplo, la idea mas común naturalizada desde el capitalismo que señala que es estado es una institución que se localiza en determinados lugares como la cámara de diputados, la casa rosada, las dependencias municipales, etc, y que está encarnada en el sistema parlamentario, con su aparato burocrático etc. Esa construcción es una ficción, y esa ficción tiene un papel importante en la reproducción del sistema de dominación por que produce determinados efectos materiales y cotidianos que es necesario poner de manifiesto para entender las lógicas de la dominación estatal. Así, entender al estado como ficción es entender que "el poder del estado opera a través de una base ilusoria que oculta y naturaliza las relaciones de desigualdad y fuerza". 18
Para nosotros/as estos planteos son sugerentes, acordamos con el planteo de que el estado no es una cosa, que el estado como ficción cumple un importante papel en los procesos de dominación, que el estado está configurado a través de relaciones de poder que circulan por toda la sociedad, y que es necesario ver como se instituye desde la cotidianidad micro social. Pero a su vez queremos resaltar que el estado es una institución que construye estrategias de control y regulación social desde arriba hacia abajo. Así, articula mecanismos, técnicas, discursos y dispositivos, operando sobre las dimensiones del poder de dominación político, económico, jurídico, administrativo, cultural, ideológico, de género, etc.
Para alejarnos de las definiciones instrumentalistas de estado nos proponemos comprender qué hay detrás de la máscara prestando atención a los "efectos del poder", a los hechos que genera "la máscara " que dan cuenta de gran parte de la historia real y cotidiana de las relaciones de dominación destacando así, las dimensiones prácticas y procesuales 19, sin dejar de tomar en cuenta, al mismo tiempo, los aspectos más conocidos y estudiados del estado, esto es, aquello que tiene que ver con la coerción, con lo jurídico, con el parlamentarismo.
De esta manera, entendemos al estado capitalista desde una perspectiva compleja, que involucra de manera relacional aspectos macro estructurales y microsociales. Así, poner el acento en los aspectos dinámicos, relacionales, macro estructurales, cotidianos, económicos-políticos-culturales e ideológicos etc., de los procesos de dominación estatal también nos permite evidenciar su dialéctica con los procesos de resistencia.
En base a estos planteos, arribamos a una primera definición de estado más enfocada en la articulación de lo político-jurídico-militar-económico, para luego incorporar a este análisis la articulación con la dimensión cultural del estado tratando de evidenciar la complejidad de la institución estatal abordándola desde sus múltiples aspectos y dimensiones. Creemos que esto no solo nos permite comprender la dominación estatal sino que nos permite
profundizar las tácticas y estrategias de lucha en sentido anarquista.
Podemos acercarnos a una primera definición planteando que el estado es una institución de regulación y control social, constituida a partir de las relaciones de poder y que incluye el gobierno, el aparato jurídico y militar.
Asimismo, como señala Felipe Correa, las relaciones de poder se pueden esquematizar a partir de un eje de participación, cuyos límites (extremos opuestos) son la dominación y la autogestión; de esto resultan dos modelos de poder: poder dominador y poder autogestionario20. El poder representado por el estado es de tipo dominador, por que usurpa la capacidad de participación real de la inmensa mayoría de la población, asegurando la dominación a través de la legitimidad y por la fuerza. Históricamente, el estado no sirvió para la creación de poderes autogestionarios; aunque en diversos casos haya incorporado o estimulado algún tipo de participación, eso siempre se dio en el intento de legitimar un determinado sistema de dominación y su respectiva estructura de clases.21
De esta manera, el estado no es simple reflejo de las relaciones que se dan en el ámbito de la esfera económica, la cual ciertamente influencia al estado, pero que, al mismo tiempo, es influenciada por él. La esfera política-jurídica-militar constituye, al mismo tiempo, consecuencia y causa de las relaciones que involucran a la esfera económica. Así concebido, el estado es un elemento central de los sistemas de dominación y de sus respectivas estructuras de clases, las cuales son forjadas por las relaciones de trabajo, pertenecientes a la esfera económica, pero también por las relaciones gubernamentales, jurídicas y militares.22 Las disgresiones acerca de la naturaleza del Estado están en la raíz de los principales debates históricos entre marxistas y anarquistas, así, "las divergencias entre Bakunin y Marx descansan sobre una oposición fundamental en torno a la naturaleza del Estado (...) Para Bakunin, existía, históricamente, un encadenamiento de los hechos económicos y políticos; aunque con una autonomía relativa, el estado habría sido fundamental para el desarrollo del capitalismo, por razón de la centralización y de la sujeción del pueblo, que tenía la ilusión de estar siendo representado en él. Si por un lado el estado representa los intereses de los propietarios capitalistas, por el otro constituye una estructura política necesaria para el desarrollo del capitalismo; aún modificadas las relaciones de producción, si el estado continuase existiendo, él recrearía el capitalismo - hipótesis que seria confirmada por la reciente historia de la Unión Soviética". 23
Como bien señala Felipe Correa, el estado domina a través de la fuerza pero también a través de la legitimidad. La construcción de legitimidad estatal con objeto de regulación y control social, es un proceso en constante producción y reproducción, por que justamente no se construye de una vez y para siempre, sino que es disputada por los dominados.
La experiencia vivida colectiva e individual de los dominados, en base a las diferencias reales tanto económicas, como políticas, de género, etc. promueven resistencias tanto organizadas como individuales. Esta diferencias generan que se experimente e internalice de distintas maneras las ideas, símbolos, valores, etc, a través de los cuales el estado construye legitimidad.24 Así, el estado no solo necesita reprimir y cobrar impuestos para comprar armas o mantener verdugos para sus cárceles. El mismo necesita convencernos, necesita de nuestro consenso aunque sea en la forma de “servidumbre voluntaria”.25 A ese convencer, el estado lo tiene que efectuar en una sociedad como la nuestra, una sociedad de clases, en constante situación de disputa, de guerra de clases. En este sentido, si el estado apareciera como claramente identificado con los intereses de una sola clase no podría jamás ser lo que dice ser; el garante del bien común de la sociedad. En relación a esto el estado no solo tiene que aparecer como neutral y como genuino representante del todo social, de cada una de sus partes sino que fundamentalmente tiene que negar que la sociedad está partida, tiene que negar a riesgo de su propia existencia, su propia razón de ser, que existen clases, que hay un conflicto en el interior de la sociedad. Para él puede haber ricos y pobres o diferencia social más o menos obscena
pero jamás clases. El estado debe generar el consenso necesario en la sociedad, crear las condiciones para que sus intereses (y los de su clase) aparezcan como los intereses de todos. Pero, " la sociedad burguesa, en los hechos, no es la unidad que pretende que es. Aquí la regulación estatal se vuelve fundamental y el hecho mismo de la diferencia –la discrepancia entre las representaciones oficiales y la realidad representada - es lo que la hace tan constantemente necesaria para que las representaciones burguesas se puedan sostener en pie".26
De esta manera, para la construcción de legitimidad estatal, la dimensión cultural es de gran importancia, ya que es a través de la producción constante de ideas, símbolos, identidades, etc., que el estado intenta borrar que es la sociedad enajenada de sí en un aparato que la norma y la violenta de acuerdo a los intereses particulares de las clases dominantes. La existencia de elecciones “libres”, el parlamento y los partidos políticos son claves en la ficción de neutralidad del aparato estatal y constituyen una de sus fuentes de legitimidad más importantes ya que configuran la idea de que el pueblo puede elegir el sistema de gobierno y los partidos que lo representen, a través del sufragio universal. A nuestros ojos el estado aparece como un aparato que actúa concretamente sobre la realidad social. Sin embargo, lo que existe es un conjunto organizado (y estructurado en clases antagónicas) de individuos conectados a través de una compleja red de relaciones de dominación, en donde, la minoría que controla la institución estatal se convierte en una clase privilegiada al concentrar las funciones de regulación y de reproducción social. A través de este proceso el Estado aparece como campo político, que actúa y se representa en él. Por eso podemos concebirlo como un sujeto político. Y no como cualquier sujeto. Aparece como un sujeto muy particular que, a diferencia de cualquier otro nacido de la sociedad, tiene todo el poder social de representación de la política y, por lo tanto, de sí mismo. Para ser claros el estado define el ámbito de lo político, las formas de intervención y los términos en que se expresan incluso las luchas, así como el significado de la "política".
El estado como ficción
Como señalamos el estado capitalista, como institución ha acumulado y centralizado toda una serie de funciones: gendarmes y policías, maestros y sociólogos, no solo es importante la evidente potencia de las estructuras palpables en edificios públicos u hombres armados, sino, fundamentalmente, la idea que le da sentido. La simple suma de presidentes, policías, gobernadores, ministros de educación y jueces no dan por resultado el estado. Esa cosificación del estado es lo que llamamos fetichismo del estado: "una especie de aura de poder a la manera de Leviatan, o bien ese "Dios mortal" en la interpretación de Hobbes o, de manera bastante distinta, la visión intrincada de Hegel del estado, no solo como la representación concreta de la razón, de la Idea, sino también como una impresionante unidad orgánica, algo mucho mayor que la suma de sus partes. Esta definición hace alusión al proceso de construcción cultural del Estado moderno cuya cualidad de fetiche sagrado se hace evidente cuando habitualmente nos referimos a la entidad "Estado" como si fuera un ser en sí mismo, animado con voluntad y entendimiento. Los ejércitos, las prisiones, las órdenes de deportación, como todo el proceso de extracción fiscal, dependen en gran medida del fetichismo del Estado ya que "la asociación de los instrumentos represivos con la idea del estado y la invocación de esa idea que enmudece las protestas, justifica la fuerza y nos convence de que el destino de las victimas es justo y necesario"27.
Otro aspecto a señalar de esta inscripción cultural a través de la ficcionalidad estatal es "la fábula de origen del estado" generalmente presentada como contrato o pacto social que incluye la delegación para siempre de la voluntad, del poder, en fin de la capacidad para autogobernarnos. Eduardo Colombo28 plantea que en realidad esto es una
expropiación y que esta se construye sobre el soporte de una desposesión inaugural que remite a un tiempo mítico originario “el dictado sagrado de la ley”, inversión imaginaria que hace de una fuente extrasocial la ordenadora de todo lo que existe y la fundadora de la ley social que establece una jerarquía de mando, de rango y de fortuna. Cuando hablamos de fuente extrasocial nos referimos a algo que esta por afuera, de la sociedad efectiva, viviente y que puede aparecer en la forma de dioses pero también en la imagen de héroes fundadores. La alienación de la capacidad de autoadministración y autoinstitución, produjo una verdadera confiscación de facto de dicha capacidad en manos de una minoría. Con la construcción imaginaria del Estado, la mencionada minoría instituyó la separación y la
autonomización de lo político en la figura de estado, opuesta ahora a la gran masa de súbditos. Como mencionamos más arriba, esta confiscación es siempre parcial y limitada, pero transfiere la acción política “legítima” hacia las manos del estado. El poder político se expresará de aquí en más por medio de una representación imaginaria central que organiza el universo sociopolítico en su conjunto. El Estado se espiritualiza y los hombres se cosifican.
Estos planteos acerca del carácter sacralizado (religión secular) del estado ya estaban desarrollados por Bakunin cuando señalaba: "¿Qué es el Estado? Es, les responden a ustedes los metafísicos y los doctores en derecho, la cosa pública: los intereses, el bien colectivo y el derecho de todo el mundo, opuestos a la acción disolvente de los intereses y de las pasiones egoístas de cada uno. Es la justicia y la realización de la moral y de la virtud en la tierra. Por consiguiente, no hay acto más sublime ni mayor deber para los individuos, que entregarse, sacrificarse, y, de ser necesario, morir por el triunfo, por la potencia del Estado. He aquí en pocas palabras toda la teología del Estado. Veamos ahora si esta teología política, así como la teología religiosa, no oculta más allá de las muy hermosas y muy poéticas apariencias, unas realidades muy ordinarias y muy sucias (...) el Estado, es el altar de la religión política sobre el que la sociedad natural siempre queda inmolada: una universalidad devoradora, que vive de sacrificios humanos, como la Iglesia. El Estado, lo repito otra vez, es el hermano menor de la Iglesia (...) Tal es en su pureza ideal la teoría idéntica de la Iglesia y del Estado. Es una pura abstracción; pero toda abstracción histórica supone hechos históricos. Estos hechos, como lo dije en mi precedente artículo, son de una índole muy real, muy brutal: es la violencia, el despojo, la supeditación, la esclavización, la conquista. El hombre está formado de tal manera, que no se conforma con hacer, necesita además explicarse y legitimar, ante su propia consciencia y a los ojos de toda la gente, lo que hizo. La religión apareció como para bendecir los hechos cumplidos, y, gracias a esta bendición, el hecho inicuo y brutal se convirtió en derecho. La ciencia jurídica y el derecho político, como se sabe, se originan primero en la teología; y más tarde en la metafísica, que no es otra cosa que una teología enmascarada, una teología que tiene la pretensión ridícula de no ser absurda, y se esforzó en vano en darles el carácter de la ciencia (...) El Estado es una abstracción devoradora de la vida popular, dije; pero para que una abstracción pueda nacer, desarrollarse y seguir existiendo en el mundo real, es necesario que haya un cuerpo colectivo real que esté interesado en su
existencia. No puede ser la gran masa popular, dado que ella es precisamente la víctima: debe ser un cuerpo privilegiado, el cuerpo sacerdotal del Estado, la clase gobernante y poseedora, la que representa en el Estado lo que la clase sacerdotal de la religión, los sacerdotes, son en la Iglesia."29
La lógica de dominación estatal y su influencia en la construcción de subjetividades. La dominación cultural, símbolos y rituales
Como decíamos más arriba, el estado define el ámbito de lo político, las formas de intervención y los términos en que se expresan la mayoría de las luchas, así como el significado de la "política". Frente a la amenaza constante que presentan los dominados, el estado organiza y divide por la fuerza a las subjetividades y con ello produce y reproduce expresiones de dominación social bastante materiales. Esta materialidad de las formas cotidianas de las construcciones estatales da cuenta de la manera en que el estado vive a través de nosotros.
Por un lado, la dominación cultural posee una dimensión totalizante a través del carácter nacional del estado y el fomento de la identidad nacional. Pero por otro, como ha señalado Foucault también posee una dimensión individualizante a través toda una organización por medio de títulos impositivos, encarnados en categorías especificas como ciudadano, jefe de hogar, ama de casa, desocupado, etc., estructuradas por ejes de clase, ocupación, género, edad, etnicidad y lugar que tiene un fuerte eco en la identificaciones y prácticas de los sujetos.30
A través de procesos de dominación cultural el estado afirma, esto es, “a los subordinados se les recuerda repetidamente su identidad de subordinados mediante rituales y medios de regulación moral y no solo a través de su opresión concreta y manifiesta”.31 Y al afirmar establece un marco discursivo común, que deja a un lado términos centrales alrededor de los cuales y en los cuales puede haber controversias y luchas. Este marco discursivo común proporciona un lenguaje articulado a través de palabras, pero de igual manera a través símbolos, como las banderas, etc. Este marco discursivo implica un proceso social material, es decir, relaciones sociales concretas y establecimiento de rutinas, rituales e instituciones que operan sobre los individuos y que son vividos por los oprimidos generando prácticas sociales concretas que reproducen la dominación.32
De esta manera, el poder de los símbolos creados y recreados por el estado radica en su capacidad de crear un mundo convincente, en conseguir desviar la atención del caos de la verdadera naturaleza para otorgarnos la confianza de que el mundo tal como lo vemos es real. En este sentido podemos ver que los símbolos patrios constituyen la simplificación de una concepción de la historia nacional que aspira a difundirse ampliamente y en lo posible a ser aceptada como única. Los símbolos patrios resumen la ficción de la unidad de la nación. Pero no olvidemos que es precisamente la evidencia de serias fracturas en el cuerpo de la sociedad, por cuestiones de clase u otras, lo que hace necesario un sistema simbólico que reafirme continuamente la ficción de homogeneidad. El proceso de inscripción cultural del estado se realiza por ejemplo a través de los grandes rituales seculares como por ejemplo los festejos por los bicentenarios de los estado-nación latinoamericanos, donde se actualizan algunos relatos, símbolos, discursos, identidades, etc., se incorporan nuevos elementos y se desechan otros. De esta manera se busca monopolizar los significados en torno a la identidad nacional, legitimar la historia oficial y fortalecer la dominación inclusive a través de la manipulación de lo emotivo (dimensión de la vida humana).
Un ejemplo de esto se vio reflejado en de los festejos del centenario (1910) de argentina. Así, a través de la selección de símbolos, discursos, relatos e identidades por parte de la clase dominante, se intentó borrar la historia real ligada a las identidades y resistencias de los pueblos originarios. Así se fue instituyendo la idea de que la Argentina es un país conformado por descendientes europeos. Sin embargo, la lucha de los pueblos originarios por sus derechos fue minando durante un siglo de lucha este discurso. Así, en el bicentenario festejado recientemente se buscó incorporar algunos elementos ligados a los pueblos originarios, pero subordinados siempre al mito de la descendencia europea. Se busca incorporar esos elementos en función de intentar controlar las identidades que resisten, es una incorporación solo en el plano simbólico por que en la realidad no se atienden las demandas de los pueblos originarios, es una incorporación simbólica que intenta controlar, ocultar, matizar y dominar las resistencias al presentar una igualdad ficticia en el plano simbólico. Asimismo, también, existen toda una serie de rituales y prácticas cotidianas que cumplen la misma función, por ejemplo los rituales cotidianos en torno a las banderas que se producen día a día en las escuelas, desde pequeños se nos enseña como la bandera es un objeto sagrado al que se le "jura" lealtad, en realidad lo que ocurre es una manipulación cotidiana que afirma ideológicamente la ficción estatal.
El rol de la fuerza
La autoridad estatal no solo tiene la capacidad de reprimir las diversas luchas de la clase oprimida, también define rutinariamente el mundo cotidiano en el que estamos obligados a vivir. El poder refuerza los términos en los que las cosas deben ser hechas en la mayoría de los niveles cotidianos: la libreta de matrimonio, el registro para conducir, el documento, el pasaporte, etc. esto es una organización del tiempo y el espacio dentro de la cual la vida individual es vivida, y ella es profundamente coercitiva, séase o no experimentada como tal.33 Por eso consideramos que el rol de la fuerza es central en la institución estatal.
Sintetizando, “el estado implica violencia, un gobierno basado sobre una violencia disfrazada o en caso de ser necesario, abierta y sin ceremonias. El estado, cualquier estado – aunque esté vestido del modo más liberal y democrático – se basa forzosamente sobre la dominación y la violencia, es decir, sobre un despotismo que no por ser oculto resulta menos peligroso”.34
Síntesis
En síntesis, creemos que el estado involucra de manera relacional e histórica aspectos económicos-administrativos-jurídicos y militar con aspectos culturales-ideológicos, lo que nos aleja de las definiciones deterministas de una de las esferas sobre las otras. Lo que existe es un proceso de dominación a través de la institución estatal que es histórico, multidimencional, dinámico y complejo. En este sentido podemos visualizar al estado como institución que articula relaciones de dominación, que pone en funcionamiento mecanismos de coerción y de legitimación que hacen que el poder de dominación se produzca y reproduzca constantemente y que a su vez, profundice la regulación y el control en torno a más aspectos de la vida social (biopolitica: autorregulación de nuestras conductas a través del disciplinamiento). Asimismo, en base a esta perspectiva creemos que el estado no está separado de la sociedad, por el
contrario, como planteamos más arriba, las relaciones sociales de dominación estatal nos cruzan a todos/as ya que gran parte de su "éxito" se relaciona con la internalización de aspectos culturales e ideológicos estatales que inclusive moldean las formas que adquieren las luchas sociales.
Desde esta perspectiva consideramos que como anarquistas debemos promover una estrategia de lucha contra el estado que se salga de los límites que nos impone el moldeamiento estatal para esto consideramos fundamental el desarrollo cada vez más fuerte de luchas en sentido autogestivo, esto es, prácticas de lucha que no solo se expresen en la calle sino que se vaya construyendo un universo de prácticas cotidianas antiestatales que sedimenten las bases de la sociedad futura. Del mismo modo, nosotros/as pensamos que como anarquistas debemos promover nuestros símbolos y prácticas nacidos al calor de la lucha. Si bien desde las clases dominantes se construye selectivamente una historia oficial, con símbolos oficiales y rituales oficiales que legitiman el orden dominante, en el proceso de resistencia se impugnan esos símbolos y se promueven relatos propios desde los sectores de la clase oprimida, se crean otros símbolos (pensemos en la wipala, en la A de anarquía, en la bandera roja y negra), fechas conmemorativas, etc., que son resistencias reales a la dominación y a la vez elementos constitutivos de nuestra lucha e ideología que tienen alcances en nuestras prácticas. Frente a la actualización cotidiana del sistema de dominación nosotros/as, los/as que luchamos también disputamos, construimos nuestros propios relatos, símbolos y reivindicaciones.
Para terminar, podemos decir que como modernos ludditas queremos ser destructores de la dominación estatal, dominación, por definición, inútil para nuestros fines de una sociedad libertaria. Pero a la vez queremos ser
constructores de nuevas formas de coordinación de la vida social, autogestivas, desde abajo, sin relaciones que impliquen el sometimiento, la subordinación, en definitiva la dominación de una clase sobre otra.
ORGANIZACIÓN ANARQUISTA Y CONTEXTO HISTORICO
Como manifestamos al inicio de nuestra declaración de principios, descartamos la existencia de una organización política anarquista, acabada, representativa de todo el movimiento libertario, incluso y ni siquiera de la tendencia especifista. En este sentido en la FACA hemos asumido el compromiso de iniciar un proceso de construcción de una organización política anarquista, poniendo de manifiesto nuestra manera de concebir el anarquismo y particularmente el anarquismo especifista.
Numerosas experiencias de organización política anarquista, cada una con su concepción política propia y sus modelos organizativos han aportado, según nuestra opinión a un proceso histórico más amplio dentro de la tradición anarquista y a su vez dentro de los procesos de lucha y resistencia de la clase oprimida. Sin embargo consideramos que a pesar de ello, hay concepciones que construyen un perfil de organización política anarquista, así como un perfil de práctica política que aportan en un sentido libertario a generar valores antagónicos, y otras concepciones con las que particularmente no estamos de acuerdo y consideramos que han reforzado los esquemas tradicionales vinculados a la idea de una ruptura revolucionaria dirigida u orientada por vanguardias o elites políticas. Esquemas de organización política en cuya estructura se han depositado expectativas sobredimensionadas en sus posibilidades. Consideramos
finalmente que en el afán de crear y generar lineamientos estratégicos para la acción política, algunas experiencias del anarquismo especifista ha recaído en dogmatismos y formulas representativas de otras tendencias ideológicas.
Por este motivo consideramos que existe todo un debate abierto acerca de la organización política anarquista, el estilo y perfil de una práctica política libertaria coherente con nuestros fines, así como también una necesaria elaboración y/o profundización teórica desde una perspectiva anarquista, orientada a fortalecer nuestras herramientas y propuestas para la militancia social.
Creemos en un anarquismo interviniendo en las luchas sociales, con nuevas posibilidades de interpelación social, teniendo firmes los pies en el contexto histórico en el que vivimos35, multiplicando alternativas de construcción
autogestiva en oposición a la construcción dominante.
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Si de algo se ha jactado el anarquismo históricamente, es que si bien se considera una corriente de praxis revolucionaria, no se lo puede identificar con un cuerpo doctrinario cerrado, más allá de los errores, limitaciones o
incluso el fracaso de algunas experiencias, el anarquismo ha sido siempre y se propone ser antidogmático. De lo que se trata, y no es tarea fácil, es de vivir en sintonía con nuestra época, rescatando lo mejor de nuestra historia, que creemos tiene aún mucho para aportar, pero sin caer en el dogmatismo ni en la ortodoxia. Anclados/as en el presente, sostenidos/as por el pasado y con proyección al futuro.36
Estamos convencidos/as de que una ruptura con el sistema vigente, no es posible de realizar a partir de elucubraciones teóricas, ni llevar a cabo por un selecto grupo de seres “iluminados”. Consideramos, como plantea Malatesta, que “el anarquismo es una aspiración humana que no se funda en ninguna necesidad natural o verdadera y que podrá realizarse según la voluntad humana… La existencia de una voluntad capaz de producir efectos nuevos, independientes de las leyes mecánicas de la naturaleza, es un presupuesto necesario para quien sostenga la posibilidad de trasformar la sociedad. 37
Partimos del análisis de Malatesta que sostiene la inherencia de la organización social y plantea que hay una interrelación triple entre los diferentes niveles de organización: la organización en general como principio y condición de la vida social, hoy y en la sociedad futura, la organización política anarquista y la organización de las fuerzas populares, para la resistencia contra el estado y el capitalismo.
Es importante destacar que a lo largo de la historia ha habido diferentes modelos y planteos de organización anarquista. A priori ninguna de ellas puede ser considerada como El modelo (con mayúscula) a seguir, sino que cada experiencia de organización política debe estar anclada en su propio contexto histórico, si pretende partir de un análisis lo más aproximado y profundo de la realidad social en la que se inscribe, para elaborar propuestas lo más palpables y tangibles posible. Así, “las formas de la organización anarquista, no pueden menos que tomar las que las circunstancias aconsejan o imponen.”38. Esto, lejos de implicar que cualquier alternativa es válida nos posiciona en un lugar crítico, desde el cual sacamos algunas conclusiones: No existen los modelos y fórmulas que a priori constituyan el esquema a seguir, sin embargo sí consideramos que una organización política anarquista debe contener una perspectiva de resistencia autogestiva forjada en la dinámica de los procesos de lucha, aportando una perspectiva ideológica antagónica a los valores impuestos desde la visión dominante, amasando alternativas de organización y resistencia que tiendan a construir una praxis revolucionaria en sentido anarquista, alejándonos de cualquier tipo de posición autoritaria, vanguardista, elitista, oportunista y pragmática.
Desde esta perspectiva histórica nos parece importante mencionar una serie de aspectos que consideramos importantes a la hora de pensar qué tipo de organización aspiramos a construir: Consideramos que cierta visión mecánica y reduccionista de los procesos históricos han resultado nocivos en otras experiencias de organización. Cierto papel profético científico formal entregado a la teoría, que puesta en manos de una organización política haría posible interpretar la historia de un modo acabado y así poder predecir a priori quien o quienes han de desarrollar un papel histórico en un proceso de ruptura revolucionaria. Interpretar los procesos históricos de este modo, implica entre otras consecuencias poner a la organización política en el lugar de una institución capaz de dar respuestas o brindar soluciones elucubradas a priori. Además, y también como correlato de esta visión, implica pensar a los/as integrantes de una organización política en términos de vanguardia o de elite (aunque discursivamente no se asuma o incluso se niegue).
Sobre este aspecto nos advierte Castoriadis al pensar de un modo crítico “el caso del militante que habla continuamente de clases, de leyes de la historia, de revolución, de socialismo, de fuerzas productivas, de Estado y de poder, creyendo curiosamente que en estos vocablos, y en su manejo, las ideas no tienen nada que ver, que se trata de extrañas cosas a la vez sólidas y transparentes; con lo cual se encuentra íntegramente esclavizado a concepciones teóricas y filosóficas pasadas que han fijado sus significados, tanto más esclavizado cuanto que no quiere saber ni lo que estas concepciones son, ni de dónde provienen, ni por tanto, finalmente, adónde le conducen. Es de esperar que alguna vez, cuando de nuevo vaya a afirmar que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, tropiece a la mitad de su frase al preguntarse: ¿dónde y cuándo he aprendido lo que es la historia, la humanidad, la lucha y las clases? 39
Este enfoque nos parece cuanto menos peligroso y por este motivo consideramos que es preciso despojarse de él: “Sin elitismos ni vanguardias, dos formas de jerarquizar las prácticas y deslizar, posiblemente inconcientemente, valores que no pertenecen al campo de los oprimidos ni a un proceso que necesita de nuevos valores para que su marcha no sea confusa y hasta negativa. Pues de lo contrario no se estaría desestructurando ideológicamente esos valores jerárquicos tan conectados con la dominación y la obediencia sino remachando producciones ajenas sobre el sujeto histórico. La organización política, como la entendemos, no es sinónimo de vanguardia ni de elites “esclarecidas” sin las cuales el pobre “pueblo ignorante” no sale del laberinto capitalista. 40
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Dicho de otro modo “El mundo histórico es el mundo del hacer humano, ese hacer está siempre en relación con el saber de la época.” 41 “El análisis teórico podrá efectuar una serie de descomposiciones y de recomposiciones sobre lo que se manifiesta en la superficie de la vida de la formación considerada (indicando, por ejemplo, que las conexiones más importantes no se encuentran allí donde los participantes creen explícitamente que se sitúan); pero lo que encontrará de nuevo, como principio y momento decisivo de la organización latente que descubrirá, será una vez más un magma de significaciones imaginarias, establecido por la formación social-histórica considerada y modificado a lo largo de su historia de un modo más preciso: cuya modificación continua constituye una dimensión decisiva de esa historia y a cuyo respecto el análisis no es libre.”42
El trabajo teórico es siempre un trabajo que se sustenta y se basa en lo que sucede en la realidad histórica. Sin embargo, como trabajo se sitúa enteramente en el campo del pensamiento. Es preciso hacer una distinción entre la realidad existente, los procesos reales históricos y por otra parte los procesos del pensamiento, apuntando al conocimiento y comprensión de aquella realidad. De ahí que sea inadecuado esperar un conocimiento “acabado” de la realidad social en su conjunto para comenzar a actuar sobre ella tratando de transformarla. No menos inadecuado es intentar transformarla sin conocerla adecuadamente. 43
Por estos motivos, quienes integramos la FACA pensamos nuestra organización en clave de época44. Desde esta perspectiva histórica sostenemos la necesidad de una organización política que toma forma en su propio contexto en relación dinámica con los procesos de lucha de los que formamos parte. Aspiramos a una federación anarquista de intención revolucionaria, con posibilidad de aportar a los procesos de transformación social, propuestas de acción, un estilo y una impronta libertaria.
El anarquismo se constituye, entonces, en torno a una crítica radical de las relaciones de dominación en todas las esferas del quehacer social (política, económica, sociocultural, ideológica, etc.), crítica que se redefine permanentemente según la sociedad y el momento histórico concreto de que se trate. A partir de esta crítica radical pretendemos ir construyendo una visión propia, una praxis revolucionaria en relación a los principios ideológicos que sostenemos, un proyecto de ruptura con el sistema capitalista orientado a destruir las relaciones de dominación vigentes y a construir nuevas formas de sociabilidad sobre la base de los principios y métodos libertarios. Esto implica para nosotros/as participar activamente de los procesos de resistencia, aportando una visión ideológica, un estilo y propuestas de acción, con la aspiración de que las mismas sean dinamizadoras y multiplicadoras de una praxis libertaria orientada a construir un poder autogestionario en una relación de disputa con el sistema dominante.
Sobre el concepto de praxis, libertad y autonomía: una actitud crítica frente al sistema de dominación capitalista
Llamamos praxis a ese hacer en el cual, el/la otro o los/as otros, son considerados como seres autónomos y como agente esencial del desarrollo de su propia autonomía. Hay una relación interna entre aquello a lo que se apunta (desarrollo de la autonomía) y aquello por lo que es apuntado (el ejercicio de la autonomía), son 2 momentos de un proceso, que se desarrollan en un contexto concreto. 45
Bakunin señala "el pueblo no podrá ser libre más que cuando cree él mismo su propia vida organizándose de abajo hacia arriba por medio de asociaciones autónomas"46. El individuo no podrá ser libre si los otros no lo son. Bakunin define la libertad como el resultado de la ASOCIACION humana, la libertad es una creación sociohistórica, un valor positivo, la obra de todos y de cada uno. La gran diversidad de capacidades, de energías, de pasiones que aportan los seres humanos al interactuar unos con otros, esa es la riqueza de la sociedad. Gracias a esta diversidad, “la humanidad es un todo colectivo, en el cual cada uno completa a todos y tiene necesidad de todos. De modo que esta diversidad infinita de los individuos humanos es la causa misma, la base principal de su solidaridad, un argumento fundamental en favor de la igualdad. Toda libertad humana que no sea un privilegio exige, necesita, la igualdad”47.
“La sociedad humana será libre, si rompe el lazo con toda heteronomia, lo que también significa la abolición de la continuidad sociohistórica del principio de mando-obediencia constitutivo de todo poder social instituido, de todo estado, es decir, el fin del paradigma de la dominación justa."48
Entendemos que la libertad y la autonomía están íntimamente ligadas, ya que para que las personas y las comunidades humanas se desarrollen en la más completa libertad es preciso al mismo tiempo que podamos hacerlo con la mayor autonomía de decisión-acción tanto individual como colectiva.
Ya a fines del siglo XIX Bakunin planteaba, en oposición al concepto de libertad hegemónico de la época, una serie de críticas y cuestionamientos orientados a fundar nuevas prácticas y nuevos modos de comprender la libertad de los/as individuos y las sociedades: “El individuo, no crea la sociedad, nace en ella. No nace libre sino encadenado, producto de un particular medio social creado por una larga serie de influencias pasadas, de desarrollo y hechos históricos.
Todo ello determina (moldea decimos nosotros), su carácter y su índole, le da un lenguaje definido y le impone sin que pueda resistirse un mundo ya hecho de ideas, costumbres, sentimientos, de perspectivas mentales.49 (Vale aclarar que para nosotros/as esto es una verdad a medias, Bakunin hacía más hincapié en lo determinante de las estructuras sociales, a pesar de dar un gran valor a la voluntad individual, esta según él no era suficiente sino en la medida que se vuelve acción colectiva). En este sentido el aporte de Castoriadis profundiza un poco más sobre esta relación entre lo individual y lo colectivo: “si la autonomía es esa relación en la cual los demás están siempre presentes como alteridad…, entonces la autonomía es concebible más que como un problema, como una relación social… Esta existencia plural que se presenta como intersubjetividad prolongada… no es desde el origen simple intersubjetividad.
Es la existencia social e histórica… lo social-historico no es ni la simple adición de intersubjetividades (aunque también sea esto), ni su simple ‘producto’. Lo historico-social es, lo colectivo anónimo.”50
A su vez, y esto lo relacionamos directamente con lo que comprendemos por autonomía, Bakunin decía que, “ a no ser pues que renuncie a su humanidad, el hombre debe saber, debe penetrar con su pensamiento todo el mundo real, y debe, aún sin la esperanza de alcanzar nunca el fondo de este, profundizar más y más su coordinación y funcionamiento,… a fin de que pueda inaugurar, en este mundo de la ciega fatalidad, su mundo humano, es decir el mundo de la libertad.” 51 Castoriadis, que ha analizado largamente este aspecto de nuestras prácticas, profundiza aún más sobre el concepto de autonomía y plantea que ese mundo, que junto a Bakunin, identificaba como un mundo de dominación, se encuentra presente en nuestro interior, los procesos históricos pasados se encuentran anclados y
arraigados en nosotros mismos a través de unos discursos que nos son ajenos pero que reproducimos acritícamente como propios, que se nos imponen y nos dominan, que establecen formas precisas de entender el mundo y de movernos en él. En oposición a esto Castoriadis plantea que “un discurso que es mío, es un discurso que ha negado el discurso del otro, no necesariamente en su contenido, sino en tanto que es discurso del otro, dicho de otra manera lo negó o afirmó con conocimiento de causa.52 Se trata de tomar su lugar en tanto que instancia de decisión53 , pero esto no se trata de… una ‘toma de conciencia’ efectuada para siempre…, sino de otra actitud del sujeto respecto de sí mismo”54 , es decir, de una actitud crítica, reflexiva en búsqueda de la construcción de esa autonomía.
Es aquí que, si pusiéramos a dialogar a Bakunin y a Castoriadis, ambos estarían de acuerdo en que esta autonomía y esta libertad pueden ser posibles no como acto aislado y absoluto sino como parte de un proceso colectivo, de una comunidad, ya que las personas se construyen históricamente y en sociedad. “El sujeto efectivo, dice Castoriadis, es penetrado de parte a parte por el mundo y por los demás. El yo de la autonomía no es un sí mismo absoluto, sino… la instancia activa que reorganiza los contenidos, ayudándose de esos mismos contenidos.”55 Por este motivo llega a la misma conclusión que Bakunin, diciendo que “no se puede querer la autonomía sin quererla para todos y su realización no puede concebirse plenamente más que como empresa de todos.”56 Bakunin en otras palabras lo había formulado 100 años antes: “Solo soy verdaderamente libre cuando todos los seres a mi alrededor son igualmente
libres, de modo que cuantos más sean los hombres libres que me rodean y más profunda y amplia sea su libertad, más extensa, más amplia y profunda será la mía. Solo puedo decirme verdaderamente libre, cuando mi libertad o lo que es lo mismo mi dignidad, mi derecho humano, reflexionados por la conciencia igualmente libre de todos, vuelven a mi confirmados por el asentimiento de todo el mundo. Mi libertad personal así confirmada por la libertad de todo el mundo, se extiende al infinito.”57
Es a partir de estas ideas y prácticas que nosotros/as como anarquistas, nos paramos desde un lugar de cuestionamiento y de ruptura con el sistema capitalista y nos proponemos junto a nuestros hermanos y hermanas de clase construir nuevas formas de sociabilidad radicalmente distintas y nuevas.
Proyecto de ruptura revolucionaria
El proyecto, entonces, es el elemento de la praxis, es la intención de una transformación de lo real… que cuando se trata de política, asume la forma de programa, o dicho de otro modo de linea las propuestas de acción para desarrollar dicho proyecto. El programa o propuesta de acción es una figura fragmentaria, provisional de un proyecto. Entonces, el proyecto revolucionario es entendido como un proyecto de transformación de la sociedad presente en una sociedad organizada y orientada hacia la autonomía de todos, siendo esta transformación efectuada por la acción autónoma de los hombres. 58 Dicho en palabras de Malatesta, solo posible a través de la voluntad humana.
Para ello consideramos necesario que nuestra organización construya una visión ideológica colectiva, es decir vaya tejiendo en la experiencia social vivida, una trama de significaciones propias en relación con su forma de ver el mundo y de actuar en él; un marco conceptual teórico común, es decir una serie de elementos e instrumentos que permitan analizar lo más profundamente que sea posible los procesos históricos de los que somos parte; unidad de acción, que como mencionábamos más arriba no es otra cosa que los lineamientos colectivos, las propuestas de acción, provisionales, que nos orienten en el desarrollo de un proyecto de ruptura revolucionaria, delimitando nuestras estrategias y tácticas para el periodo en cuestión, aportando de este modo desde nuestra práctica política en las luchas sociales, un estilo y perfil propios en coherencia con nuestros principios libertarios.
Algunos conceptos acerca de cómo comprendemos la articulación entre proyecto revolucionario, marco conceptual, ideología y propuesta de acción:
“La teoría, apunta a la elaboración de instrumentos conceptuales para pensar y conocer todo lo riguroso que sea posible, lo más profundamente ese conjunto social concreto, es decir, la formación social correspondiente con el conjunto de sus estructuras y prácticas.”59 Es importante destacar que la elaboración teórica, como toda forma de conocimiento, es inabordable en toda su complejidad, no existe el conocimiento acabado de una vez y para siempre. El marco teórico nos permite articular de la manera más coherente posible con la experiencia social vivida, aquello que es parte de los procesos de pensamiento. Dicho de otro modo, es la lupa a través de la cual miramos la realidad, y como tal es preciso no olvidar que dichas miradas están siempre tamizadas por alguna interpretación de lo real vivido.
Este conjunto de concepciones en relación con nuestra visión ideológica y la experiencia social vivida constituye un cuerpo, incompleto, pero necesario para establecer formas de acción sobre la realidad, en relación con los medios y los fines que nos proponemos.
“La ideología, en cambio, consta de elementos de naturaleza diferente, que contribuyen a dinamizar la acción motivándola en base a circunstancias que aunque tienen que ver con las condiciones sociales existentes no derivan en
sentido estricto de ellas, no están determinadas mecánicamente por lo que en algún momento se llamó lo objetivo o también la infraestructura. Son componentes de primer orden de la ideología: ideas, representaciones,
comportamientos, reflejos, sensibilidad. La expresión de motivaciones, la propuesta de objetivos, de aspiraciones, de metas ideales, de utopías, de esperanzas, odios, anhelos, todo esto pertenece al campo de la ideología.”60
“Entre teoría e ideología es de aspirar que exista una vinculación estrecha, ya que las propuestas de la segunda se funden y apoyan en las conclusiones del análisis teórico. Lo instrumenta.”61
Esta diferenciación entre teoría e ideología es lo que Malatesta proponía como método anarquista: “Certidumbre ideológica e ignorancia filosófica”. Ignorancia, en el sentido de que el conocimiento es infinito, y solo podemos apuntar a conocer lo más profundamente posible aquello que nos proponemos para que nuestras propuestas de acción sean lo más coherentes y aprehensibles posible.
Es así que pensamos en un marco conceptual teórico en movimiento, dinámico en constante proceso de maduración, del mismo modo que entendemos el programa como la orientación de los lineamientos de la organización para la militancia social en un determinado periodo. Entendiendo los tiempos y los procesos históricos como mencionamos
más arriba, cabe destacar que en tanto existan cambios sustanciales en la realidad social vivida es preciso repensar la orientación estratégica para el periodo, así como las tácticas necesarias para continuar desarrollando el proyecto al que aspira la organización. “Obsérvese que todo esto no implica modificar los objetivos perseguidos, los fines, ni los principios ideológicos. La estrategia se mantiene en un plano más modesto, pero decisivo, que tiene que ver con la operatividad, la práctica política de la organización... Cabe esta puntualización pues frecuentemente, hay quienes tienden a convertir en ‘principios’ lo que sólo son y pueden ser formulaciones estratégicas, válidas en la medida en que se adecuan, en que son eficaces para operar en una situación dada. Pero que pueden llegar a ser peligrosas en la medida en que se las quiera convertir en dogmas de aplicación y utilidad universal… Una concepción estratégico-táctica adecuada tiene que tener en cuenta, como dijimos, la situación real del período para el cual se prevé. Pero con eso no basta. Los hechos, la práctica, la experiencia ‘pura’ no bastan. Es más. La experiencia ‘pura’ no existe.”62 Es decir, la experiencia social neutra, alejada de cualquier tipo de factores que afecten y modifiquen aquello que se dice-hace, es imposible. La experiencia social vivida es atravesada de parte a parte por la ideología. Se da en el marco de
un sistema de dominación preciso, en el cual existe una configuración de las relaciones de poder de dominación, conflictos, intereses en pugna, visiones del mundo contrapuestas y contradictorias entre sí, proyectos enfrentados y en disputa, todo ello en permanente ebullición y cambio, lo cual significa que nuestras concepciones estratégicas se dan en este marco, siendo uno más de los elementos o factores con mayor o menor influencia en los procesos sociales históricos.
NUESTRA FEDERACION: Construyendo de un estilo propio
Nuestra federación debe ser un ámbito de síntesis y de praxis de intención revolucionaria que tienda a su multiplicación en sintonía con su contexto histórico. Que sirva como dinamizadora y se proponga intervenir en el marco de esta guerra social, en función de la construcción de un poder autogestivo y de ruptura revolucionaria.
Vale aclarar que entendemos a la organización y a sus militantes en un rol dinamizador que interpretamos del siguiente modo: como la agitación, el impulso y la multiplicación de propuestas de acción cargadas de una impronta libertaria, es decir de un entramado de significaciones que conllevan como consecuencia y se articulan con una práctica política orientada a prefigurar nuevas formas de intervención y resolución de nuestra vida social. Para ello consideramos que es necesario amasar una práctica militante íntimamente vinculada a nuestros principios y métodos
libertarios, anclados en nuestro contexto histórico, desde un lugar critico y propositivo procurando contagiar y multiplicar no solo el deseo y la voluntad de transformar la realidad social sino también, nuestro bagaje ideológico en las acciones que llevamos adelante, es decir construyendo un estilo y un perfil propios orientados a instituir nuevas formas del quehacer social.
Construcción de valores antagónicos
Para nosotros/as, los medios y los fines deben estar estrechamente vinculados y tener coherencia. Nuestros principios son por este motivo innegociables y constituyen la columna vertebral de nuestra ética libertaria, de nuestra práctica militante.
Llamamos ética libertaria a los principios, valores, normas y prácticas que nos plantean una conducta, una forma de percibir el mundo y de relacionarnos, un bagaje de criterios a partir del cual nos paramos para comprender el mundo y actuar sobre la realidad. En oposición a la ética del sistema dominante, nosotros proponemos una ética libertaria.
No se trata de erigir un nuevo dogma incuestionable, sino de comprender la dimensión de nuestras acciones, de nuestra responsabilidad individual en el marco de un proyecto colectivo. Este es tal vez, uno de los errores en los que han recaído la mayor parte de las ideologías, fe y creencias, a lo largo de la historia: han buscado más o menos conscientemente las fórmulas que ayuden a desentrañar la enorme maraña de problemas que nos implica el enemigo que hemos elegido. Y mientras “algunos se ocupan de desentrañar los modos en que funciona este sistema de dominio, para transformarlo”, el entramado de relaciones sociales sigue operando, sigue funcionando. Dogmas y fórmulas no resuelven este problema, no pueden crear libertad, sino enjaularla aún más. Reflexionando sobre nuestras luchas, investigando, discutiendo, poniendo en práctica nuestras conclusiones, con planificación, critica y balance de lo actuado sí es posible construir una praxis libertaria, una experiencia de lucha en la que se irá amasando una nueva subjetividad que pueda construir un poder autogestivo. Teniendo en cuenta de todas formas que no son las personas aisladas quienes podemos trasformar el mundo, sino los sujetos sociales, con intereses similares, dispuestos a la acción, en función de objetivos comunes.
Intentar reconocer en las prácticas cotidianas, en el sentido común de las personas, como operan los elementos fundantes de este sistema de dominio, identificar cuales son algunos de esos elementos y a partir de ahí tratar de sacar conclusiones sin pretensiones de universalidad, es una práctica que desde el punto de vista teórico, no parece válido. Si pensamos en el discurso hegemónico respecto al saber o al conocimiento, todo aquello que no tenga “rigor científico” es desechado como falso, o bien minimizado y olvidado rápidamente. Incluso a la hora de “pensar” la sociedad las diferentes tendencias revolucionarias copiamos o reproducimos estructuras contradictorias. Sin embargo hay experiencias que han roto con estos esquemas de producción de conocimiento. Han demostrado, que es posible llegar a hipótesis bien fundamentadas sobre el funcionamiento de las relaciones sociales, partiendo de la realidad concreta, en el tiempo en el que estamos situados, intentando identificar como operan los elementos en conflicto y sacando conclusiones o aportando propuestas que ayuden a pensar y a actuar sobre la realidad. No podemos descuidar el hecho de que las ideas no surgen de la abstracción más pura, sino que se forjan en una constante vinculación con la práctica real y concreta. Ambas las ideas y la práctica, el hacer y el decir, son aristas de lo que llamamos praxis y es en la
experiencia social en donde la práctica y la idea, la palabra y aquello que nombramos, el hacer y el decir se producen en conjunto todo el tiempo.
Como decíamos más arriba, todos/as tenemos contradicciones, vivimos en un mundo que nos quiere obligar a pisar cabezas. Es nuestra responsabilidad como militantes anarquistas, atomizar y reducir al máximo de lo posible estas contradicciones, tener una actitud autocrítica, vigilar atentamente nuestras prácticas y contenernos entre los/as militantes de toda la federación para no recaer en aquellas prácticas de las que renegamos. Sin caer en el purismo inerte que nos condenaría a la inacción, es preciso comprender que nuestros principios y nuestra ética libertaria no se negocian.
El ser humano, es un ser contingente, y solemos ver las cosas desde nuestro propio eje, usándonos a nosotros mismos como referencia tempo – espacial. Sin embargo los cambios sociales, son producidos por conjuntos humanos y los tiempos en que se dan esos cambios son tiempos colectivos por llamarlo de algún modo. La temporalidad, la noción del tiempo en términos colectivos, es diferente entonces a la que podemos percibir individualmente. La construcción de nuevas significaciones históricas, ideológicas, la producción de cambios en niveles más profundos que atañen a la vida social, se producen en la experiencia social vivida, que retorna como idea trasformada en relación a un contexto histórico determinado.
Trasformar el estado de cosas existentes, es trasformar nuestra percepción del mundo, rearmar, volver a dibujar el mapa de nuestro territorio. Y solo podemos trasformar, aquello que somos capaces de percibir concientemente, no de un modo individual sino desde una perspectiva de grupo, de conjunto o dicho de otro modo de clase. El hecho es que nuestro imaginario, nuestra percepción del mundo y todos los mecanismos que operan en dicho entramado, son tan complejos, tan íntimamente ligados unos factores a otros, que es prácticamente imposible que logremos ser completamente conscientes de ello. Un mapa es una representación simbólica de un territorio determinado y jamás podremos dar cuenta exacta de él.
Las instituciones sociales, no son otra cosa que la representación simbólica de nuestra forma de percibir el mundo y de organizarlo según determinados criterios. Es decir que, si no cambia nuestra percepción del mundo, no pueden cambiar nuestras instituciones, aún suponiendo que estamos creando algo nuevo, no haremos otra cosa que recurrir a nuestro antiguo conocimiento, para crear cosas “nuevas” y entonces es allí donde volvemos a tropezar con el “mundo de siempre”. A esta curva, que tuerce y hace retornar las cosas hacia la dinámica estatal establecida, Lourau le llama curvatura de lo político.
¿Por qué pasa esto? Porque la forma en que imaginamos las cosas, los elementos que usamos para crearlas siguen sin ser cuestionados. Nuestro imaginario es el mapa que dibujamos, que nos da una idea de cómo es el territorio en el que vivimos, para definir nuestro mundo. Este, se basa sobre alguna idea primaria y a partir de allí todo lo que imaginemos está en relación y se sostiene gracias a estos cimientos. Lo que llamamos ética no es otra cosa, que los valores, parámetros y criterios de conducta humana, el marco de referencia que tenemos, que nos dice lo que está bien y lo que
está mal. Y como no podemos estar cuestionando todo el tiempo nuestro sistema de valores, nuestra ética (porqué no podríamos actuar en un mundo cuya dinámica nos propone todo tipo de factores y situaciones en constante cambio), solemos usar el mismo marco de referencia y ante situaciones similares, actuamos más o menos de la misma manera.
Tanto es así que luego de algún tiempo, tal vez, olvidemos por qué hacemos las cosas del modo en que las hacemos, simplemente sabemos que está bien resolverlas así. Este tipo de situaciones podrían ser por ejemplo las costumbres, elementos de superficie, aspectos que no cuestionamos, porque suponemos que siempre han estado ahí, y allí deben continuar.
Malatesta planteaba que: si los anarquistas fallamos en todos nuestros intentos de organizarnos y derribar el sistema, es sin lugar a dudas porque aún no somos lo suficientemente anarquistas. Esto no pretende herir los egos individuales de quienes se vean tentados a justificarse y suponer que no son destinatarios de esta crítica. Anarquía, según su acepción etimológica, significa: ausencia de gobierno o autoridad. No nos hace falta demasiado ingenio para percibir que aquellos/as que estamos convencidos/as de que la anarquía es el destino deseable para una sociedad, estamos bien lejos de ella, y tendremos que convivir con innumerables contradicciones mientras intentamos construir esa nueva forma de sociedad.
Una actitud crítica comenzando por nosotros/as mismos
Los/as anarquistas somos los/as primeros en “identificar” las relaciones y las disputas de poder en cualquier sitio donde nos encontremos, pero muchas veces nos negamos a reconocer estas disputas al interior de las organizaciones donde participamos, en el mejor de los casos, si nos resignamos a reconocer estas limitaciones, las justificamos como desviaciones o traiciones y simplemente continuamos apostando a un estadio puro que alcanzar. Somos los/as primeros en identificar a líderes y caudillos, hombres y mujeres con afán de poder de dominación, que reproducen los mecanismos de poder que imperan en el sistema, pero nos negamos a reconocer en nuestros espacios propios la producción y reproducción de estas prácticas, justificándonos a nosotros/as mismos, diciéndonos que son solo, referentes, voces autorizadas por la experiencia militante, líderes naturales (Esto es así algunas veces, pero no en su mayoría). Nos negamos a reconocer que los/as militantes de acción, inmersos en las luchas sociales de nuestro tiempo, somos personas de carne y hueso, con una ideología de la que estamos convencidos/as, pero personas al fin, con contradicciones reales que tenemos que ser capaces de ver, para criticar y atomizar al máximo de lo posible.
Ni aún en una sociedad libre, igualitaria, sin clases sociales, desaparecerán los conflictos de poder, y los impulsos de dominación. En su libro sobre “Poder y dominio”, Fabio Lopez, Lopez, intenta explicar los fundamentos del poder y el motivo por el cual aún en una sociedad que genere el máximo de condiciones para desarrollar la libertad individual y colectiva, desaparecerán los conflictos de poder: la voluntad de poder, aún en su acepción libertaria como “poder hacer”, es fundamentalmente una voluntad que intenta al menos convencer a otro/as de nuestra propia visión de las cosas. En el mejor de los casos justifica nuestra intención de influenciar positiva y propositivamente a otros. Todo podría indicar que si logramos transformar el paradigma de poder, como poder de dominación, por un nuevo paradigma histórico, por una nueva concepción del poder, “un poder hacer”, entendido como realización y desarrollo crítico de la libertad de todos y todas, entonces, no sería necesario ni deseable dominar a otros/as para conseguir nuestros objetivos. Sin embargo, cada vez que surjan visiones o intereses contrapuestos acerca de un mismo tema, aún en esa sociedad libre, surgirá un conflicto, un conflicto de poder, y será necesario tanto en ese futuro hipotético como en este presente real, la necesidad de atomizar el impulso de doblegar la voluntad del otro/a, para, por el contrario construir un consenso entre ambas visiones o intereses.
Desde esta óptica, nuestro presente es un presente altamente contradictorio, que se dirime entre la certeza de lo que es y la incertidumbre de lo que será o de lo que deseamos para un futuro que aún está por construirse. En este sentido quienes nos asumimos como militantes anarquistas, debemos asumir que podemos construir un “estilo”, una práctica, lo más cercana posible a nuestras convicciones, pero que no serán, mientras persista el sistema capitalista y sus valores hegemónicos, anarquistas en sentido puro, de hecho como sostenemos más arriba, la experiencia pura no existe. Se
nos presenta así un problema metodológico, tal vez más complejo que para otras ideologías revolucionarias. Para las tendencias socialistas autoritarias, por ejemplo, no existe un conflicto en el hecho de construir líderes o dirigentes al interior de las organizaciones de lucha, porque creen en una vanguardia conciente o iluminada, en el buro político, o en el partido revolucionario como constructor de determinadas condiciones que son implementadas luego por las organizaciones de lucha que dirigen. No existe para estas tendencias un conflicto en este hecho, porque no cuestionan los roles de mando y obediencia, ni las formas de estatalización de las prácticas y organismos.
Sostenemos entonces que, los dogmas, las fórmulas y las estructuras prometedoras, no son más que justificaciones ideológicas para calmar las necesidades, personales y/o colectivas, de seguridad y garantías con proyección de futuro.
Desde nuestra perspectiva, la voluntad y la iniciativa militante, la creatividad individual en función de un proyecto común y la responsabilidad respecto del compromiso que hemos asumido son elementos fundamentales a la hora de pensar nuestra federación anarquista, que lejos de ser entendida como la estructura que produce, contiene y sostiene soluciones, es concebida como un organismo vivo en relación dialógica con sus integrantes y anclado en su propio contexto histórico de lucha.
Crear nuevas significaciones ideológicas, valores antagónicos de clase, para construir una ética libertaria, con la aspiración de que sea practicada por las personas de la clase dominada, aún aquellas que no se definan como anarquistas, esa es tal vez nuestra tarea más compleja. Y creemos que la única forma de poder construir esta nueva ética libertaria, es construyendo experiencias de organización, y una estrategia de poder libertario y autogestivo que ponga en cuestión el paradigma de poder actual.
Para esto los/as anarquistas hoy nucleados/as en la FACA pretendemos el desarrollo de una organización cuyos militantes asumimos la responsabilidad y el compromiso de formarnos en un rol dinamizador, multiplicador de las propuestas, principios y métodos anarquistas así como de un estilo y perfil propios, de una práctica militante que puede ir prefigurando nuevas formas de organización social.
En síntesis, pensamos en una organización política anarquista, federal, en donde la parte no es parte sin el todo y viceversa. Fundada en la voluntad de sus integrantes de destruir el sistema capitalista y el paradigma de poder de dominación actual, en pos de la construcción de un proyecto revolucionario, orientado a la construcción de nuevas subjetividades, sobre la base de una ética libertaria. Una organización política anarquista, que se construye a sí misma en relación dinámica, con los procesos de lucha y resistencia de los que forma parte, con la aspiración de dinamizar y multiplicar prácticas prefigurativas de esa sociedad libre y de iguales que deseamos.
Estamos convencidos/as de que la construcción de un poder autogestionario que ponga en cuestión el paradigma de poder de dominación vigente, no es ni será obra de un número reducido y selecto de seres esclarecidos. Por ese motivo es que entendemos como parte fundamental de nuestra praxis libertaria, la participación en las organizaciones de resistencia en el marco de la guerra de clases, organizaciones que insistimos no están despojadas de ideología, que se han gestado como gérmenes de otras formas de sociabilidad al calor de los procesos históricos de lucha, y como tales son el espacio concreto en el cual se van prefigurando nuevas prácticas sociales. La posibilidad de que en estos espacios se vayan forjando nuevas visiones del mundo, que disputen y traspasen los límites de lo posible, depende de
la voluntad de trasformación social de los distintos sectores de la clase dominada, organizada y resistiendo a los embates del sistema, que intenta sin tregua institucionalizar los procesos de lucha y curvarlos permanentemente hacia la lógica estatal, reforzando así el orden social vigente.
Los/as anarquistas nucleados/as en una organización política anarquista, tenemos dentro de este marco, la posibilidad de ir desgranando las estrategias de poder de dominación que se da la clase dominante, a través de diferentes técnicas, discursos y dispositivos de dominio y oponer desde nuestra perspectiva anarquista estrategias de poder autogestionario con la aspiración de aportar, multiplicar y enriquecer con esta perspectiva los procesos de resistencia, del mismo modo que los procesos de resistencia y la forma en que se expresan en diferentes sectores, espacios y territorios concretos pueden aportar y enriquecer nuestra perspectiva anarquista.
LA ORGANIZACIÓN POLITICA ANARQUISTA EN EL MARCO DE LA GUERRA SOCIAL
Creemos que es importante destacar como entendemos la relación entre la federación anarquista y los procesos de resistencia, fundamentalmente porque consideramos que sobre este punto han existido diversas interpretaciones dentro del movimiento libertario, y entendemos que algunas de ellas han sido nocivas e incluso contrarias a lo que aspiramos como anarquistas.
De allí que hacemos propia la siguiente critica de Castoriadis orientada a repensar el rol y la perspectiva del quehacer militante y su relación con las organización político sociales: Hay una idea de que existen “dos sectores de la realidad separados, no sólo de hecho, sino también de derecho, en uno, se encuentran obreros preocupados por sus reivindicaciones inmediatas, que buscan la satisfacción de éstas mediante formas de lucha específicas y se agrupan para este fin en organizaciones con objetivos muy circunscritos (esencialmente sindicales). En el otro,
actúan militantes políticos, distintos de los obreros, no físicamente, sino, lo que es mucho más grave, cualitativamente, que se definen por una ideología coherente y un programa “máximo” correspondiente…
¿Cómo puede conseguirse entonces que haya una comunicación entre ambos sectores? Explícitamente, de una sola manera: por el hecho de que las preocupaciones de los obreros son uno de los datos de los diferentes problemas tácticos que los militantes se plantean, problemas tácticos a su vez insertados en el problema de su estrategia. 63
Esto tiende necesariamente a encerrar al proletariado en la simple percepción de sus intereses económicos inmediatos y en una preocupación exclusiva por éstos… pero al mismo tiempo se refiere al proletariado como depositario de una misión revolucionaria sin precedentes en la historia… Si, cueste lo que cueste, hemos de asegurarnos de que un hundimiento económico del capitalismo es ineluctable, es que pensamos que estas mismas masas, aunque por otra parte afirmemos que crearán un mundo nuevo, y por consiguiente querrán y podrán hacerlo, están siempre motivadas únicamente por su situación económica. La contradicción llega aquí a lo grotesco. Pero lo esencial es entonces que tenemos de los trabajadores la misma representación que tienen de ellos los patronos. En efecto, resulta estrictamente lo mismo decir que un obrero sólo trabaja bajo coacción, o por el incentivo del sobresueldo, y que los trabajadores sólo harán una revolución cuando les fuerce a ello su situación económica.” 64
Para nosotros/as, existen esferas interrelacionadas, es decir, no creemos que existan compartimentos estancos de la vida social. En las sociedades de dominio y más aún a partir de la conformación de los estados modernos, existe un particular interés en separar la “dimensión política de la sociedad, de la dimensión social”, autonomizando y fragmentando de alguna manera las diferentes actividades de la vida social. Así, por ejemplo, el estado que tiene la potestad de delimitar el ámbito de lo político, define qué es lo público y qué es lo privado. A través de este y otro tipo de regulaciones, despolitiza diversos problemas sociales haciéndolos aparecer como problemas del ámbito de lo privado.
Desde nuestra perspectiva, entre el espacio político-ideológico y el espacio político-social hay una relación dinámica, se retroalimentan, lo ideológico y lo político se encuentran en los dos espacios, si lo diferenciamos es solo
para categorizar. Nuestra tarea consta en dinamizar procesos de construcción y lucha, aportando un bagaje ideológico que se construye en relación al contexto en que vivimos. Para nosotros/as la organización político-social no es correa de transmisión de la organización política, ni masa de maniobra. Si creemos en un proceso de transformación social capaz de edificar su propio destino, eso implica que la clase esté organizada. En ese sentido las organizaciones político-sociales son embriones o sostenes de la futura sociedad. Una sociedad que desde nuestra perspectiva libertaria, tiene que estar organizada desde abajo. Las organizaciones político-sociales son núcleos de poder que construyen en disputa con el poder del estado.
Entendemos a las organizaciones de la clase, no como estancas en cuanto a sus definiciones, sino como dinámicas y en relación dialógica con el entorno social y el desarrollo de la guerra de clases. Creemos que la política lo atraviesa todo, es parte de la vida, por ello, debemos recuperar la capacidad de decisión de nuestra vida social. Dicho de otra forma, recuperar la confianza en nosotros mismos, como individuos, como clase, como pueblo que tiene la capacidad de edificar su propio futuro y decidir qué hacer con el, sin intermediarios ni profesionales de la política.
Politizar nuestra vida social en un sentido libertario, activar nuestra imaginación y comenzar a pensar por nosotros mismos como resolver nuestros problemas, crear nuestros propios organismos y convencernos de que nadie mejor que nosotros sabe que cosas sufrimos y que cosas deseamos.
Tenemos la convicción de que sin una ideología antagónica, sin una praxis revolucionaria no hay posibilidad de transformación del sistema vigente. Ahora bien la ideología no viene de afuera, se produce en el seno mismo de las prácticas, en las ideas y comportamientos que el pueblo va realizando a través del desarrollo de la guerra de clases. La producción de una tecnología social-política nueva y “discursos de saber” orientados a la libertad y autonomía no pueden producirse sin desplazar a los que hacen a la dominación. Son discursos que deben entrar en confrontación y que deben abrevar de todas las instancias de resistencia donde el pueblo protagoniza luchas. En tal sentido, también la organización política está en constante reeducación.65
Dentro de este marco nosotros/as antes que anarquistas, somos parte integrante de una clase social históricamente dominada, y participamos de las luchas sociales para resolver junto con nuestros compañeros/as, las problemáticas que nos atraviesan como clase, para trasformar el estado de cosas establecidas. Y, como somos anarquistas, nos organizamos también, en una organización política específicamente anarquista, con compañeros/as con quienes tenemos afinidad ideológica. En tanto anarquistas, intentamos aportar a las luchas sociales una perspectiva libertaria, proponer, dinamizar e impulsar espacios según nuestra forma de entender el mundo.
NUESTRA ESTRATEGIA
Siendo el capitalismo un sistema de dominación que opera en diferentes niveles y a través de distintos mecanismos de dominio en todas las esferas de la vida social, y que produce las condiciones necesarias para su reproducción y preservación; un sistema que incluso intenta definir el marco en donde se desarrollan las disputas, es evidente que un proyecto de sociedad anarquista no puede presentarse más que como proyecto de ruptura frente a este orden de cosas.
La supresión del Estado y demás instituciones del sistema capitalista no son realizables sin la construcción de una fuerza social capaz de estructurar una institucionalidad centrada en generar los mecanismos y estrategias para combatir la dominación e impulsar la autogestión.
Nuestro anarquismo lucha por una ruptura con el orden social imperante, ruptura que implica una revolución social y que sin ella es absolutamente imposible plantearse recorrer el camino de construcción de una sociedad anarquista.
El proceso de construcción de nuevas alternativas de sociabilidad, con intención de ruptura revolucionaria, a su vez, en la misma medida que favorecen la desarticulación de los aparatos de dominación abre cauces para la construcción del poder autogestivo. Nuestra estrategia de construcción se da en el marco de una disputa en una articulación que
incluye todas las esferas de la vida social. Ese desarrollo es una forma de política prefigurativa, en la cual la base para una revolución social tiene que ser creada en el mismo proceso de construcción de una institucionalidad de carácter anarquista.
La construcción de un nuevo mundo en la cáscara del viejo implica formas de organización que demuestren hoy deliberadamente el mundo que se pretende crear. En cierta manera fines y medios están contenidos en esta
construcción. La revolución social significa crear otras formas de relación, nuevas identidades sociales –una nueva ética un nuevo tipo de civilización, una socialización distinta. Es cierto que el tránsito hacia una sociedad distinta lo debemos hacer dentro de este sistema. Pero la experiencia histórica indica que hay medios, orientaciones, uso de instrumentos, utilización de instituciones, formas de organización de actividades sociales, que deben ser desechados si es que queremos ir conformando fuerzas sociales capaces de producir verdaderamente cambios en los contenidos y
formas de la organización social.
Frente a las instituciones de dominación, instituciones que favorezcan la autogestión, mediante las cuales los propios oprimidos podamos romper la dominación, llevar a la práctica otros valores, otras formas de relacionarnos con la sociedad y a su vez ser capaces de articular las experiencias y aspiraciones que nieguen y combatan al sistema capitalista. La participación efectiva, la autogestión, la acción directa, la forma federal de funcionamiento, la solidaridad y el apoyo mutuo, necesitan de mecanismos, organizaciones, prácticas regulares para su desarrollo.
Necesitan constantemente organización. La continuidad que exigen, para un despliegue que permita la revolución social, requiere de una sostenida actividad estratégica. Una estrategia coherente, que no desteja lo que en un momento dado se teje. Una estrategia que contenga en su interior un mundo distinto, que se va desplegando desde el seno de otro que le es antagónico.
De la misma manera que el sistema reproduce las condiciones necesarias para su reproducción, la institución autogestiva debe producir, hacer circular, acumular para la autonomía y la libertad; generando mecanismos, repitiendo una y otra vez formas, discursos, prácticas autogestivas en permanente disputa con la dominación. El proceso que lleva hasta la revolución social exige prácticas modificadoras, de ruptura, de discontinuidad, en campos como el económico, el ideológico, el político, el cultural, etc. Todo ello se concreta en un proceso con activa participación
popular.
Por eso es que una estrategia de poder autogestivo debe tener como premisa esencial la construcción de esos organismos, embriones de la sociedad futura y esta es la tarea política más importante. La derrota del sistema capitalista y la construcción de un poder autogestivo se están jugando tanto en el día a día de la construcción cotidiana como en la capacidad de articular en una nueva estructura político-social.
PRINCIPIOS ORIENTADORES Y CONCEPCIONES POLITICAS GENERALES
Libertad, como medio y fin
La libertad consiste en la capacidad de decidir sobre las cuestiones que afectan nuestras vidas. Involucra la capacidad de criticar el propio pensamiento y la facultad de reflexionar sobre nuestra práctica. Los individuos somos fabricados/as por las sociedades en las que vivimos, así, no hay sujetos libres sino existen las instituciones que generen las instancias necesarias en donde el ejercicio de la participación no esté en manos de una minoría y pueda ser ejercido por todos los involucrados. Solo individuos libres pueden configurar una sociedad autónoma. Una sociedad
autónoma es una sociedad que se instituye a sí misma, que se autogestiona.
Nos consideramos libertarios/as porque luchamos incansablemente por la libertad, con los medios y los fines que persigue la libertad. Asimismo el anarquismo se separa tanto del socialismo autoritario como del liberalismo burgués precisamente porque pretende defender al mismo tiempo y en tenso equilibrio, la libertad individual y colectiva o social, tomando en cuenta la dimensión social del ser humano, es decir, que se parte de la idea de que el individuo llega a ser tal en el seno de una sociedad.
En este sentido, la idea de un sujeto libre es por tanto, inseparable de la idea de una sociedad libre. Por esto, proponemos el concepto de libertad responsable, social y solidaria. Como decía Bakunin, somos libres en la medida en que todos/as los/as que nos rodean son libres, porque nuestra libertad para ser tal, necesita ser reconocida y respetada por otros seres libres. Mientras siga habiendo oprimidos y explotados, seremos opresores u oprimidos, pero no podremos situarnos al margen del conflicto.
Decíamos que el equilibrio entre la defensa de la libertad como autonomía y la defensa de la libertad como solidaridad no es sencillo, es un equilibrio tenso que necesita ser siempre atendido, porque es un equilibrio imprescindible. La autogestión y el federalismo con sus métodos autogestivos, se basan en la existencia de pactos libres mutuamente consentidos y solidariamente mantenidos, es una de las formas organizativas, de asociación que el anarquismo históricamente se ha dado para resolver esa tensión entre individuo y comunidad, sin negar que incluso después de la implementación de un orden social anarquista, seguirá habiendo tensiones y conflictos por resolver.
No hay libertad sin una organización anarquista de la sociedad, en la que haya desaparecido la dominación. Se trata entonces de construir la anarquía, es decir una sociedad en la que la solidaridad entre sus miembros, la desaparición de la competencia, la práctica del apoyo mutuo, la participación colectiva en las decisiones y proyectos sociales, sean reales y posibles.
Para llevar adelante esta tarea nos valemos de la idea de una revolución integral, es decir, una revolución que afecte a todas las dimensiones de la vida social e individual, que debe proyectarse hacia un futuro distinto, construyéndose desde el presente, en nuestras organizaciones y lucha cotidiana.
Ética Libertaria
Para nosotros/as construir una nueva ética libertaria, se constituye en la espina dorsal de nuestro anarquismo. Lejos de comprender a la ética como un sistema de ideas o valores abstractos, no aplicables, la entendemos como los principios, valores, normas y prácticas que nos plantean una conducta, una forma de percibir el mundo y de relacionarnos, un bagaje de criterios a partir del cual nos paramos para comprender el mundo y actuar sobre la realidad.
Un sistema basado en la dominación y en la explotación, en la competencia entre semejantes, con una fuerza de represión y control social al servicio de la clase dominante, no puede construir otra ética que no sea aquella que tienda a conservar y reproducir su poder de dominación. Difundiendo el individualismo, la propiedad sobre las cosas y las personas, el desprecio por la vida y el medio ambiente, proponiendo el “sálvese quien pueda”, el “no te metas”, la idea de que todo tiene un precio, etc., esa es la ética capitalista.
En oposición a la ética del sistema dominante, nosotros proponemos una ética libertaria. La construcción de una ética libertaria nos resulta inconcebible sin la destrucción de las formas actuales de poder de dominación en donde las relaciones de mando-obediencia configuran y regulan todas las formas de comportamiento. En oposición a esto, consideramos que la construcción de una nueva ética conlleva la transformación de las relaciones de poder en pos de la construcción de un poder autogestionario. Se trata de concebir entonces, una nueva ética libertaria como una construcción histórica.
La lucha por una sociedad anarquista requiere la construcción de nuevos valores y prácticas que combatan desde el presente la forma hegemónica de concebir el mundo y de actuar en él, es preciso entonces generar desde ahora un código de valores, que nos propongan conductas y comportamientos fuertemente enraizados en la solidaridad y el apoyo mutuo. En este sentido defendemos una forma de actuación que tiene como criterio la coherencia entre los medios y los fines que deseamos construir. Si nuestra lucha tiene por objetivo la libertad, los medios para producirla
deben tener que ver con ella. Eso explica por ejemplo el rechazo a utilizar un medio autoritario como el estado como forma de organizar un mundo social de características libertarias. Por último concebimos la construcción de una ética libertaria en estrecha relación con el compromiso, la voluntad, la autodisciplina y la actitud autocrítica necesaria para desarrollar un proceso de transformación social radical.
Autogestión pedagógica
El principio de autogestión pedagógica busca desarrollar por completo todas las facultades y potencialidades humanas.
Teniendo en cuenta que las desigualdades sociales actuales son también producto de la separación del trabajo manual del trabajo intelectual, la educación integral (entendido como el desarrollo de los aspectos, físicos, éticos e intelectuales) sería una práctica superadora de la alienación a la vez que evitaría la conformación de prácticas burocráticas y grupos que se apropien de privilegios.
Desde esta perspectiva, tenemos la convicción de que nuestra práctica anarquista, nuestra forma de intervenir sobre la realidad debe ser guiada por una pedagogía libertaria, que tenga como método y fin el desarrollo de la libertad y la transformación de la actual configuración de las relaciones sociales. Concebimos la autogestión pedagógica en el marco de un proyecto de transformación libertaria.
Clasismo
Entendemos que el capitalismo, en tanto sistema de dominación basado en la opresión y en la explotación unos/as sobre otros/as, estructura la sociedad en clases antagónicas, una que domina, oprime y explota y otra que se encuentra bajo estas relaciones. En un sistema que identificamos como de dominio, opresión y explotación como éste, sostenemos que justamente son los que sufren estas relaciones, los que organizados pueden derribarlo, constituyendo otro tipo de relaciones sociales. De los que sacan provecho de las mismas, nada se puede esperar, sólo que el sistema se mantenga y se reproduzca de diversas maneras, para así poder conservar y/o acrecentar sus privilegios66.
Es desde esta sintética formulación, que posicionamos nuestra perspectiva y nuestra postura clasista. Entendiendo además, a la clase como una formación histórica, socioeconómica-cultural, relacional, dinámica, que se va conformando al calor de su experiencia y de un determinado contexto histórico.
Nos reconocemos parte de la clase oprimida y luchamos por el anarquismo, no solo organizados/as como anarquistas, sino y fundamentalmente organizados con nuestros hermanos de clase en tanto tales, en sus organizaciones de referencia y pertenencia.
Independencia y solidaridad de clase
Entendemos que en todo sistema basado en la dominación y el sometimiento, habrá siempre una división entre dos clases antagónicas, luchando unos por dominar y otros por liberarse, o bien por ascender en la escala social para lograr también privilegios. De aquellos que se aprovechan de las relaciones de dominación, de quienes explotan y someten a otras personas en beneficio propio, nada puede esperarse.
Por ese motivo, porque los ricos nunca cederán alegremente sus riquezas a los/as pobres, porque el patrón nunca compartirá lo que considera que es de su propiedad, porque los políticos siempre usarán la política en su propio
beneficio, y las iglesias solo “enviarán al cielo a sus aliados y amigos”, usando si es necesario todo el peso del temor y el terror para disciplinar a quienes necesitan someter; porque los poderosos siempre intentarán conservar el sistema establecido, sin impulsar ningún cambio sustancial que atente contra sus privilegios, por todos estos motivos reivindicamos la independencia y la solidaridad de los/as de abajo en todo el mundo, de la clase dominada, que resiste.
Entendemos que solo un proyecto surgido legítimamente del seno de nuestra clase puede trasformar radicalmente el orden establecido.
Somos anarquistas, y el anarquismo nació y se retroalimentó siempre en la lucha de los/as de abajo por alcanzar su libertad. Han existido sin embargo hombres y mujeres en todos los tiempos que a pesar de haber nacido en una
posición de privilegio, han roto con su extracción de clase para luchar por una sociedad libre y de iguales. Nosotros/as creemos, que sin importar donde haya nacido, un/a militante anarquista, si cree profundamente en un cambio revolucionario debe tomar una posición de clase y de lucha, que debe tener coherencia en su vida personal, con su voluntad militante y su intención revolucionaria.
Internacionalismo
Nuestra concepción del internacionalismo reposa en la profunda convicción de que entre las clases oprimidas existe una situación y una condición común que hace posible y necesario solidaridades y proyectos que desbordan las fronteras nacionales y diferencias culturales.
Al mismo tiempo reconocemos la existencia de particularidades que actúan como elementos enriquecedores de la realidad social. Pero la reafirmación de lo particular, de las diferentes identidades, no debe basarse en el concepto de que el otro es el enemigo, de que el distinto o el inferior.
La desaparición de las fronteras nacionales no debe significar uniformización y mucho menos desaparición de las diferencias, de las identidades. La desaparición de las fronteras nacionales sí debe hacer posible mayores grados de acercamiento, de intercambios y solidaridad y eventualmente, la posibilidad de encontrar una identidad más amplia y abarcativa.
Nuestro internacionalismo no se basa en la uniformidad, en la negación de las diferencias. Por el contrario se basa en la apertura y el respeto hacia todos los procesos culturales e identitarios que no obstaculicen el desarrollo de sujetos autónomos e instituciones de autoadministración. Enfrentando el patriotismo de las clases dominantes, las construcciones jurídicas artificiales, las manipulaciones de todo orden, afirmamos que no existe el ser humano sin cultura propia, sin identidades propias y sin lenguaje propios.
Abajo todas las fronteras y al mismo tiempo respeto a todos/as y a cada uno/a.
Inserción social
Nuestro anarquismo social y revolucionario no existe fuera del marco de la guerra social. Creemos en un proceso de transformación radical de la sociedad en donde ella misma tome su destino en sus manos. Para esto, se hace imprescindible la existencia de organizaciones sociales que motoricen y sustenten dicho proceso. Esto es, para enfrentar a la clase dominante organizada, es ineludible contar con la fuerza organizada de los/as de abajo.
En este sentido, la organización anarquista y sus militantes deben estar insertos allí donde acontece la experiencia popular, la lucha social, fomentando y formando parte de sus experiencias organizativas. Dicho de otro modo, nuestras ideas, solo sirven en tanto sean parte de nuestra práctica política en el marco de experiencias de organización social.
Por otro lado, desde nuestra concepción no existe la idea de luchar “para la clase”, ni luchar “por la clase”, o se lucha con la clase, como militantes que hacen una opción de clase o no existe lucha anarquista posible. Como decía
Malatesta, nos organizamos como anarquistas en tanto anarquistas y nos organizamos junto a nuestros/as hermanos/as de clase en tanto formamos parte de ella. Esto, porque nada sustituye a la clase auto-organizada y solo así es posible crear y sostener un poder autogestionario, aumentando el nivel y la intensidad de la lucha, en medida que se amplía la conciencia política de que la vía revolucionaria es posible y necesaria.
A su vez, desde nuestra perspectiva, las organizaciones sociales se gestan fundamentalmente a partir de luchas reivindicativas (políticas, económicas, sociales, simbólicas, etc.), por necesidades sentidas por la clase en determinado momento histórico, por lo que una primera funcionalidad estaría dada en el carácter de organización y lucha para lograr determinados intereses. Asimismo creemos que es fundamental desde una perspectiva libertaria de construcción, dinamizar la idea de que en la organización o movimiento social se debe contener en forma embrionaria, prácticas sociales de la sociedad que nos proponemos, como una forma de política prefigurativa y a su vez, como bastión de la construcción y sustento de un poder autogestionario.
Por supuesto cada espacio de la clase tiene sus características y la dinámica de los procesos sociales hacen necesaria la constante elaboración y reelaboración de estrategias acordes al contexto y situación particular en que se desarrollan las luchas.
Antipatriarcado
Luchamos por la transformación radical de la sociedad heteropatriarcal y capitalista. Consideramos indispensable el cuestionamiento crítico a la preponderancia de la ideología masculina y patriarcal. Entendemos al patriarcado como sistema de dominación que opera como marco ideológico autoritario, que jerarquiza las relaciones sociales, estableciendo relaciones de poder asimétricas que imponen el liderazgo y la autoridad del varón.
El patriarcado se vale de las diferencias anatómicas para imponer el modelo de sexo/género, estructurando a cada una de las personas, sus ideas, sus representaciones, sus prácticas, determinando así su rol social, al simbolizar y construir socialmente lo que es “propio” de los hombres (lo masculino) y “propio” de las mujeres (lo femenino) e instituyendo la heterosexualidad como norma hegemónica. Este sistema violenta cotidianamente a quienes no condicen con el estereotipo de género dominante, oprimiendo, invisibilizando, discriminando y excluyendo a mujeres, lesbianas, travestis, homosexuales, transexuales, intersexuales, etc.
Entendemos que esta forma de dominación, esta construcción de valores y formas de relacionarse bajo una cultura que identificamos como machista y opresora es una forma de dominio anterior y a la vez simultanea a este sistema capitalista, es, dicho de otro modo su complemento ideológico. Distintas instituciones del capitalismo producen y reproducen relaciones de dominación de los hombres sobre las demás identidades de género.
Es así que consideramos fundamental que nuestra praxis política involucre esta perspectiva, planteándonos la tarea de de-construir todas las imposiciones, para así construir relaciones libres, de solidaridad, de apoyo mutuo, donde seamos nosotros/as mismos quienes decidamos sobre nuestros cuerpos, sin jerarquizaciones de tipo sexual, genérica, de clase,
étnica, cultural, etc.
Antiestatismo
Planteamos una lucha sin cuartel contra todo tipo de estatismo. Asimismo, buscamos la construcción de instituciones que reorienten la coordinación de la vida social, que no fomenten, cristalicen ni reproduzcan las relaciones de
dominación, que favorezcan el desarrollo de sujetos autónomos y sin jerarquías. Consideramos que esta nueva institucionalidad no estatal, debe construirse con principios y métodos libertarios, contemplando de este modo en su interior la posibilidad de cambio y transformación. Solo una nueva forma de concebir las instituciones sociales puede plantearse desde sí misma como antídoto, un funcionamiento crítico que le permita rebelarse de ser necesario, contra sí misma, contra toda posibilidad de burocratización Al estatismo centralista de los de arriba le oponemos nuestra forma de organizarnos que es el federalismo libertario de los/as de abajo.
Democracia directa
En el marco de un proceso de construcción de poder autogestivo, la democracia directa es el ejercicio del poder sin intermediarios y al mismo tiempo es una práctica prefigurativa de una institucionalidad no estatal. Cabe aclarar que el pleno desarrollo de la democracia directa se ve limitado en el actual sistema de dominación capitalista. Asimismo, pensando en la sociedad futura queremos construir, la “institución de una sociedad autónoma, una sociedad que se autoregule, lo cual no es otra cosa que la idea de la democracia pensada rigurosamente y llevada hasta el final. La
democracia directa evidentemente no podría tratarse de una democracia representativa en el sentido actual del término.
El poder del pueblo exige una democracia directa. Esto quiere decir que todas las decisiones importantes son tomadas por las colectividades involucradas. Y que entonces no hay alienación del poder de la colectividad entre las manos de los pretendidos representantes”67.
Como señala Murray Bookchin, “una política nueva radicada en los pueblos, los barrios, las ciudades, las regiones, es la alternativa practicable para no caer en la lógica estatal representada por el parlamentarismo. La política actualmente negada, al convertirse en expresión contingente particular del estado, es la expresión alienante del poder humano privado de su capacidad decisoria. La forma alienada de la política, o sea el Estado, es la forma que expresa la sumisión de los seres humanos concretos ante fuerzas ajenas y pretendidamente superiores”68.
Acción directa
El método de actuación preconizado por el movimiento anarquista ha sido y es la acción directa. Si bien la acción directa es automáticamente relacionada con el empleo de formas violentas de resistencia y lucha y con el extraparlamentarismo, el concepto engloba una mayor riqueza de contenido. Fundamentalmente se trata de hacer prevalecer el protagonismo de la clase y sus organizaciones, bregando por la menor mediación posible y asegurando que la necesaria mediación no implique el surgimiento de centros de decisión separados de los interesados. En ese sentido, la acción directa es la consecuencia lógica de nuestros objetivos. Puesto que la gestión directa de las diversas esferas del quehacer social es la meta de los libertarios, en rigor y coherencia sólo la acción directa puede ser la metodología que se corresponda con ese objetivo. En tal sentido, la acción directa es el complemento de la democracia directa a la que anteriormente hacíamos referencia.
En la medida que aumenten las posibilidades de una práctica de la acción directa y de la democracia directa, la clase organizada puede asumir responsablemente la defensa de sus intereses y fortalecer su posibilidad de decisión, en la medida en que se hace cargo de sus aciertos y sus errores asumiéndolos como propios y evitando subordinarse a planteos externos y ajenos que la colocan en situación subalterna.
La acción directa se expresa en múltiples variantes y en todos los niveles y expresiones se encarga de ubicar a los/as oprimidos/as en el centro de la acción política.
En este sentido, para nosotros la lucha de clases es el combate diario de todos los sectores oprimidos. Combate diario manifestado en el trabajo, el barrio, la escuela, el campo, y demás lugares donde nuestra clase a través de su propio accionar, extendiéndolo, profundizándolo y siempre multiplicando crea las condiciones para el protagonismo, es decir, la forja del propio destino.
Con idéntico sentido, los métodos de acción directa deben englobar todas las dimensiones de lo social, político, ideológico, cultural, económico, etc. que constituyen la capilaridad y el conjunto de todo el cuerpo social. 69
Federalismo Libertario
Creemos que este concepto, es la representación práctica de nuestra forma de entender el poder. Un poder que circula por todo el entramado social y que evita por todos los medios, que este se enquiste en personas, roles e instituciones.
Proponemos una organización de abajo hacia arriba, donde “el abajo” significa la instancia orgánica básica, de discusión y decisión, de cualquier organismo o de la sociedad misma y “el arriba” significa la o las instancias de síntesis y puesta en común para expresar esas decisiones, propuestas e ideas que permiten llegar a acuerdos generales que involucran “al todo”. Proponemos roles de delegación rotativos y revocables cuya única función es ejecutiva y no de decisión política, es decir, que cualquier tipo de delegación de tareas y responsabilidades es a través del mandato colectivo. El respeto a la autonomía en lo referente a cuestiones particulares, del ámbito cotidiano en donde las personas se asocian, es fundamental. Teniendo en cuenta dos aspectos: el respeto a las decisiones y acuerdos
generales, en donde todos/as han participado y el hecho de que las decisiones tomadas dentro de la órbita de lo que corresponde a lo particular no perjudiquen “al todo”. Esto permite un mayor desarrollo de las potencialidades individuales y colectivas.
Como todo lo que nos proponemos, aspiramos a construir desde el presente el futuro que deseamos, por ese motivo nos proponemos construir una federación anarquista, lo mismo que en los ámbitos sociales aspiramos a multiplicar el federalismo como alternativa posible de organización social. Combatir los mecanismos de dominación que operan en la sociedad no es tarea fácil, lo sabemos, estamos acostumbrados/as a delegar nuestra capacidad de decisión en otras personas o instituciones, a que otros/as velen por nosotros/as, estamos acostumbrados/as a obedecer, y tenemos la responsabilidad de de-construir los mandatos y los roles a los que estamos acostumbrados para hacer posible nuestros deseos y aspiraciones. Ningún método, ninguna forma de organización, ningún principio es infalible pero, de algo estamos seguros y es de que hay caminos que posibilitan una ruptura con este sistema y con su lógica de poder y otros, que lo único que hacen es conservar el orden establecido.
Autogestión y Anarquía
La Autogestión es entendida como la forma vital y posible, la aceptación de la completa responsabilidad por sí mismo/a, y también con los/as demás. Allí donde la gente se encuentre y comparta sus necesidades y problemas, se pondrá en práctica, como forma de lucha anti-burocrática, la autogestión como medio y fin. Esta permite pensar la sociedad, a partir de los órganos básicos de discusión y decisión, que desarrollando solidariamente formas de administración descentralizadas, mediante un sistema dinámico, federalista y de control directo, puede ir creando una vasta red de organismos autogestores que reanimen el tejido social y que puedan en un momento de ruptura, convertir esto en revolucionario, constituyendo así la base de una nueva organización social.
Es necesario aclarar que la autogestión debe ser entendida no solo como una forma de organización en pequeñas comunidades, sino como un modo integral de vida capaz de atravesar todo el campo social en cualquier momento y lugar.
Siguiendo con esta idea pregonamos la abolición de la propiedad privada y la puesta en común de todos los medios de producción, todo lo producido y todos los recursos vitales para la humanidad. La forma de construcción de una nueva sociedad igualitaria lleva consigo una distribución de la riqueza común basada en la determinación de las necesidades, y en donde el trabajo es distribuido equitativamente y de acuerdo con las capacidades individuales. De ahí la frase “de cada cual según su capacidad y a cada cual según su necesidad”.
Así mismo no construimos la nueva sociedad manteniendo como figura central al Estado. Es así que somos contrarios a la llamada etapa de transición de un “socialismo de estado”. Nuestro principio económico esta basado en la propiedad comunitaria mediante la desaparición del estado, la sociedad de clases y el sistema capitalista.
Construcción de poder autogestionario
El elemento distintivo clave del proyecto de sociedad libertaria, que merece una consideración separada y especial, es nuestra concepción acerca del poder. En ese sentido, reconocemos por lo tanto la necesidad de ir elaborando pacientemente propuestas y análisis sobre esta problemática clave. Para ello reivindicamos algunas premisas:
Nuestra propuesta política fundamental consiste en la destrucción del estado en tanto especial ámbito institucional de dominación política y en la supresión de las formas gubernamentales que constituyan un poder separado del conjunto de la población.
Ahora bien, cuando hablábamos de reapropiación por parte de la sociedad, del conjunto de todas las personas, de la posibilidad de ejercer las funciones detentadas por las clases o grupos dominantes, nos estamos refiriendo en lo
medular, precisamente, a la desaparición del estado y junto con él toda la cultura de poder que lo sustenta y reproduce.
Hay que plantearse la reflexión del estado desde dos planos: como terminal de un conjunto de diversas relaciones y como reproductor de ellas.
Según nuestro punto de vista reintegrar a la sociedad el poder político es sustituir al estado y al gobierno en sus funciones tutelares y habitualmente represivas. Es socializar los mecanismos de expresión y decisión que deben serle propios e ir abandonando los mecanismos de represión y coacción violenta en beneficio de relaciones de convivencia asentadas en la libertad responsable y el compromiso libremente acordado.
En términos de realización libertaria esto quiere decir que el poder político asume la forma de una democracia directa, ejercida desde las instituciones de base y las instancias globalizadoras que las expresan.
Por esto pensamos una democracia distinta a la meramente representativa. Por democracia directa pensamos en una nueva institucionalidad, donde no haya lugar a ningún género de privilegios, sean estos económicos, sociales o políticos. En una institucionalidad donde la revocabilidad de los miembros esté inmediatamente asegurada y donde por lo tanto, no haya espacio a la habitual irresponsabilidad política que caracteriza a la democracia representativa, ni a la creación de esa casta que ya tanta gente llaman con desdén: “los políticos”. Una práctica y una institucionalidad
que debe reflejar el derecho y las obligaciones de todos los miembros de la sociedad. Su derecho a ser elegido y elector, y también su obligación a rendir cuentas en forma efectiva, práctica, cotidiana. Y esto debe ser válido tanto para las instancias más amplias de la globalidad social, como también para las instancias de base. De esta forma es que concebimos la libertad política como una construcción, un quehacer y una voluntad colectiva que no tienen límites en el tiempo. Nuestra visión política de la sociedad no es el fin de la historia. Es su continuación en la forma más armónica, libre y responsable posibles.
Este es un camino que proponemos para que la totalidad de los hombres, mujeres y demás identidades de género puedan expresar genuinamente sus necesidades, puedan discutirlas, confrontarlas y madurarlas. Y puedan plasmar en decisiones políticas generales ese proceso de elaboración y de intercambio. Estas son algunas de las bases de lo que entendemos como poder autogestionario. Poder autogestivo que reiteramos es concebido por nosotros/as como el poder revolucionario protagonizado por las organizaciones populares, donde lo político y lo social adquieren una nueva articulación que lo asegura. Sin tal articulación, estimamos, no habrá poder autogestionario real.
Como decíamos más arriba tenemos la convicción de que el tema del poder es medular para el proyecto y el quehacer de una organización política. En ese sentido sostenemos que este no es un tema cerrado, al contrario continúa abierto y nos parece una de las grandes cuestiones teóricas y prácticas del socialismo70.
Notas:
________________________________________________________________________
1 Cabe aclarar que existe en la actualidad un debate historiográfico en torno a la incidencia del anarquismo y de cuando se produce su decaimiento, debate al cual no entraremos por no ser pertinente en este documento, aquí lo que se quiere resaltar es la presencia de anarquistas
en las luchas sociales hasta entrada la década de1930 en la Argentina.
2 Benyo, Javier. “La Alianza Obrera Spartacus”. Ed. Utopia Linertaria. Bs As., 2005. Pág. 11.
3 En la Argentina es posible rastrear el resurgir del anarquismo a partir de los años previos y durante la dictadura militar de 1976, a través de la reconstrucción que realizo Fernando López Trujillo de la experiencia del grupo “resistencia libertaria”, que sufrió la violencia del terrorismo de estado dejando como resultado la desarticulación de la organización y la mayoría de sus integrantes desaparecidos.
4 Mintz, Frank. “O Anarquismo Social”. Editora Imaginario, Sao Paulo, 2005.
5 Castoriadis, Cornelius. La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets Editores.2007. Pág. 124.
6 Colombo, Eduardo. La Voluntad del pueblo, Utopía Libertaria, pag 37.
7 Colombo, Eduardo. La Voluntad del pueblo, Utopía Libertaria, pag 36
8 Errandonea, Alfredo. Anarquismo siglo XXI.
9 Tomas Ibañez. Poder Político Libertario, Lenguaje Libertario.
10 Correa, Felipe. Poder, Autoridad y Dominio. www.lafaca.org.ar
11 Ghedhill. El poder y sus disfraces. Editorial Belaterra Barcelona. pag 223.
12 Correa, Felipe. Poder, Autoridad y Dominio. www.lafaca.org.ar
13 Declaración de Principio federación Anarquista Gaucha
14 Bakunin, Mijail. Escritos contra Marx, editorial novos tempos, Sao Paulo, 1989.
15 Errandonea, Alfredo. Anarquismo siglo XXI.
16 Abrams, Notas sobre la dificultad de estudiar el estado 1988: 75, 77,82 en Josep y Nugent. Aspectos cotidianos de la formación del estado: la revolución y la negociación del mando en el México moderno. Ediciones Era. México. 2002
17 Michel Foucault. La vida de los hombres infames. Fobia al Estado.
18 Abrams distingue entre la práctica de la política (que él llama sometimiento políticamente organizado) y la idea de estado y dice acerca de la idea del estado que ella es una tergiversación colectiva. Prestar atención como esta idea de estado es construida y sostenida (Sayer).
19
20 Correa, Felipe. Poder, Autoridad y Dominio. www.lafaca.org.ar
21 Correa, Felipe. Poder, Autoridad y Dominio. www.lafaca.org.ar
22 Correa, Felipe. Poder, Autoridad y Dominio. www.lafaca.org.ar
23 Correa, Felipe. Poder, Autoridad y Dominio. www.lafaca.org.ar
24 Corrigan y Sayer. El gran arco. En Lagos Maria y Callas Pamela. Comp. Antropologia del estado: Dominacion y practicas contestatarias en America latina. Cuadernos del Futuro: 2007. Pag. 83.
25 Colombo, Eduardo. La Voluntad del pueblo, Utopía Libertaria
26 Corrigan y Sayer. El gran Arco. En Lagos Maria y Callas Pamela. Comp. Antropologia del estado: Dominacion y practicas contestatarias en America latina. Cuadernos del Futuro: 2007. Pag. 23.
27 Taussig Michael. Un gigante en convulsiones. Editorial gedisa, Barcelona. 1995. Pag.147.
28 Colombo, Eduardo. La Voluntad del pueblo, Utopía Libertaria
29 Bakunin, Mijail. “Origen y características del estado”. Carta a los compañeros de la Internacional. Ginebra 1869. http://www.fondationbesnard.org/article.php3?id_article=1434
30 Corrigan y Sayer, El Gran Arco._En Lagos Maria y Callas Pamela. Comp. Antropologia del estado: Dominacion y practicas contestatarias en America latina. Cuadernos del Futuro: 2007.
31 Corrigan y Sayer,_El Gran Arco. En Lagos Maria y Callas Pamela. Comp. Antropologia del estado: Dominacion y practicas contestatarias en America latina. Cuadernos del Futuro: 2007
32 Nugent y Alonso. Aspectos cotidianos de la formación del estado: la revolución y la negociación del mando en el México moderno. Ediciones Era. México. 2002
33 Sayer. Formas cotidianas de formación estatal: algunas observaciones disidentes sobre la hegemonía. Instituto de estudios peruanos.www.cholonautas.edu.pe/say.pdf
34 Bakunin, Mijail. Escritos de filosofía política I. Editorial Altaya. 1998. pag 261
35 Documento “Un anarquismo de intención revolucionaria, inserto en las luchas….”
36 Documento “Un anarquismo de intención revolucionaria, inserto en las luchas….”
37 Malatesta, Enrico. Pensamiento y Acción Revolucionarios, Vernon Richards compilador, Utopia Libertaria, 2007, pag 43 y 47.
38 Malatesta, Enrico. Ideología Anarquista, Ediciones Recortes, pag. 24, 2008.
39 El pensamiento de Cornelius Castoriadis vol 1, Ediciones Proyecto Revolucionario, 2008, pág 99.
40 La estrategia del especifismo: Entrevista a JC Mechoso – 2009. www.lafaca.org.ar
41 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, pág 115.
42 El pensamiento de Cornelius Castoriadis vol 1, Ediciones Proyecto Revolucionario, 2008, pág 99.
43 La estrategia del especifismo: Entrevista a JC Mechoso – 2009. www.lafaca.org
44 Esto significa que a la hora de pensarnos dentro del período histórico en que vivimos, intentamos hacer una serie de recortes dado que es imposible abarcar toda la complejidad de los procesos sociales en el plano de un análisis de la realidad histórica. Cuando nos pensamos en clave de época, intentamos identificar dentro de un período histórico determinado, en este caso la época en la cual vivimos, aquellos elementos que consideramos característicos en dicho período, que construyen cierto imaginario social y se expresan en formas precisas de configuración de las relaciones de poder y sus instituciones: La forma en que se desarrollan los conflictos sociales, diferentes sucesos históricos de importancia destacada, el modo en que se expresan las disputas de poder, las fuerzas sociales en disputa, los actores sociales con sus respectivos intereses y formas organizativas, y otra cantidad de factores en juego en todas las esferas de la vida social, articulan el mundo de lo posible en una determinada época, construyen una visión dominante hegemónica, en contraposición y contradicción con otras visiones del mundo. En relación a ello también se construye un imaginario radical en estrecha vinculación con el terreno de la utopía.
45 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, pág 115.
46 Colombo, Eduardo. La Voluntad del pueblo, Utopía Libertaria
47 Colombo, Eduardo. La Voluntad del pueblo, Utopía Libertaria
48 Colombo, Eduardo. La Voluntad del pueblo, Utopía Libertaria
49 La Libertad Obras Selectas, Mijail Bakunin, Agebe, Argentina, 2005, página 17.
50 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, página 171 y 172.
51 La Libertad Obras Selectas, Mijail Bakunin, agebe, Argentina, 2005, página 13.
52 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, página 164.
53 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, página 161.
54 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, página 165.
55 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, página 169.
56 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, página 170.
57 La Libertad Obras Selectas, Mijail Bakunin, Agebe, Argentina, 2005, página 25 y 26.
58 La institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 2010, página 124.
59 La estrategia del especifismo: Entrevista a JC Mechoso – 2009. www.lafaca.org.ar
60 La estrategia del especifismo: Entrevista a JC Mechoso – 2009. www.lafaca.org.ar
61 La estrategia del especifismo: Entrevista a JC Mechoso – 2009. www.lafaca.org.ar
62 La estrategia del especifismo: Entrevista a JC Mechoso – 2009. www.lafaca.org.ar
63 El pensamiento de Cornelius Castoriadis vol 1, Ediciones Proyecto Revolucionario, 2008, pág 96.
64 El pensamiento de Cornelius Castoriadis vol 1, Ediciones Proyecto Revolucionario, 2008, pág 96 y 97.
65 La estrategia del especifismo: Entrevista a JC Mechoso – 2009. www.lafaca.org.ar
66 Federación Anarquista Gaucha. Declaración de principios.
67 institución imaginaria de la sociedad, Corneluis Castoriadis, Tusquets, 20
68 Bookchin, Murray. Municipalismo Libertario.
69 Declaración de Principios de FAU aprobada en el Xº Congreso (Montevideo, Marzo de 1993).
70 Federación Anarquista Uruguaya. Declaración de principios y elementos de estrategia. Ed. Recortes. Montevideo. 2004
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