Publicado en FREEDOM, noviembre de 1914
Bajo el riesgo de pasar por simplón, confieso que nunca habría creído posible que los socialistas—incluso los socialdemocratas—vayan a apaudir y hacerse participes voluntarios, ya sea del lado de los alemanos o de los aliados, en una guerra como la que en la actualidad está devastando Europa. ¿Pero qué se puede decir cuando lo mismo es hecho por anarquistas, no en gran cantidad, es verdad, pero entre ellos muchos camaradas a quién ame y respete?
Se dice que la situación presente muestra la bancarrota de “nuestras formulas”—es decir,de nuestro principios—y que será necesario revisarles.
Hablando en términos generales, cada fórmula debe ser revisada siempre que ella se muestra insuficiente al ponerse en contacto con el hecho; pero no es el caso de estos días, cuando la bancarrota no es derivada de la deficiencia de nuestras fórmulas, sino del hecho de que éstas han sido olvidadas y son traicionadas.
Retornemos a nuestros principios.
No soy un “pacifista”. Yo lucho, como todos lo hacemos, por el triunfo de la paz y de la fraternidad entre todos los seres humanos; pero sé que el deseo de detener la batalla puede ser cumplido sólo cuando ambos lados lo quieran, y que mientras se encuentren hombres que quieran violar las libertades de los demas, corresponde a estos otros defenderse si no desean ser eternamente golpeados; y sé también que atacar es a menudo el mejor, o el unico, medio efectivo de defenderse. Además, pienso que el oprimido está en un estado de defensa propia legítima, y tiene siempre el derecho de atacar los opresores. Yo admito, por lo tanto, que existen guerras que son necesarias, las guerras santas: y éstas son las guerras de liberación -tal como es generalmente la “guerra civil”-es decir, las revoluciones.
Pero, ¿qué tiene la actual guerra en común con la emancipación humana, que es nuestra causa?
Hoy en dia es comun ver a los socialistas en la cuspide, al igual que cualquier burgués, de Francia o Alemania, y que algun político u aglomeración nacional—resultado de las luchas historicas—como una unidad etnográfica homógena, cada uno con sus intereses, aspiraciones, y misiones, en oposición a los intereses, aspiraciones y misiónes de las unidades rivales. Esto puede ser relativamente cierto, mientras el oprimido, y principalmente los trabajadores, no tengan ninguna conciencia, no logren reconocer la injusticia de sus opresores. Allí está, entonces, la clase dominante que es la unica que cuenta; y que, debido a su deseo de conservar y ampliar su poder, y en víspera de sus perjuicios y sus propias ideas, puede encontrar conveniente excitar las ambiciones raciales y el odio, y enviar a su nación, su rebaño, contra los “extranjeros” , con el propósito de soltarles de sus opresores presentes, y sometiendoles a su propia dominación económica y política.
Pero la misión de aquellos que, nosotros creemos, desean el fin de toda opresión y de toda explotación del hombre por el hombre, deberia ser la de despertar el conocimiento del antagonismo de intereses entre dominadores y dominados, entre explotadores y trabajadores, y desarrollar la lucha de clases adentro de cada país, y la solidaridad entre todos los trabajadores a través de las fronteras, en contraste con cada perjuicio y cada pasión que tenga que ver con la raza o la nacionalidad.
Y esto es lo que siempre hemos hecho. Siempre hemos predicado que los trabajadores de todos los paises sean hermanos, y que el enemigo—el “extranjero”—es el explotador, ya sea nacido cerca nuestro o en algun otro pais lejano, ya sea que hable nuestro mismo idioma o cualquier otro. Siempre hemos escogido nuestros amigos, nuestros compañeros de armas, así como nuestros enemigos, debido a las ideas que profesan y de la posición que ocupan en la lucha social, y nunca por razones de raza o nacionalidad. Nosotros siempre hemos luchado contra el patriotismo, que es una supervivencia del pasado, y sirve a los interéses de los opresores; y nos enorgullezemos de ser internacionalistas, no solo de palabra, sino por los sentimientos profundos de nuestras almas.
Y ahora las más atroces consecuencias de la dominacion capitalista y de estado deben indicar, aún a los ciegos, que nosotros tuvimos razón, la mayor parte de los socialistas y muchos anarquistas en los paises beligerantes se asocian con los gobiernos y la burguesía de sus respectivos paises, olvidando el socialismo, la lucha de clases, la fraternidad internacional, y el resto.
Vaya ruina!
Es posible que los acontecimientos presentes pueden estar mostrando que los sentimientos nacionales estan más vivos, mientras que los sentimientos del hermanazgo internacional estan menos arraigados de lo que pensabamos; pero esta deberia ser una razon mas para intensificar, no abandonar, nuestra propaganda antipatriótica. Estos acontecimientos también muestran que en Francia, por ejemplo, el sentimiento religioso es más fuerte, y los sacerdotes tienen una mayor influencia de la que imaginamos. ¿Esta es una razón para nuestra conversión a la religión catolica?
Entiendo que existen circunstancias que pueden levantarse a causa de que la ayuda de todos es necesaria para el bienestar general: tales como una epidemia, un terremoto, una invasión de los bárbaros, que maten y destruyan todo lo que este bajo sus manos. En tal caso la lucha de clases y las diferencias en la posición social deben ser olvidadas, y se debe hacer causa común contra el peligro común; pero a condición de que estas diferencias se olviden de ambas partes. Si alguna persona está en la prisión durante un terremoto, y existe el peligro de ser aplastado por la muerte, es nuestro deber el salvar a todos, incluso a los carceleros—a causa de que estos comenzaran por abrir las puertas de la prision. Pero siendo el deber de los carceleros tomar todas las precauciones para la custodia segura de los presos durante y después de la catástrofe, es entonces el deber de los presos hacia si mismo tanto como hacia sus camaradas en cautiverio el dejar a los carceleros a sus contratiempos encontrando la ocasion para beneficiarse a si mismo.
Si, cuando los soldados extranjeros invaden el suelo sagrado de la patria, la clase privilegiada renuncia a sus privilegios, y actúa de modo que la “Patria” realmente se convierta en propiedad común de todos los habitantes, seria justo entonces que todos luchemos contra los invasores. Pero si los reyes deseen seguir siendo reyes, los propietarios continuan cuidando de sus tierras y de sus casas, y los comerciantes desean hacerse cargo de sus mercancías, e incuso los venden a un precio más alto, entonces los trabajadores, los socialistas y anarquistas, deban dejarlos a su suerte, sin dejar de buscar una oportunidad para librarse de los opresores dentro del país, así como de aquellos que vienen del exterior.
En todas las circunstancias, es el deber de los socialistas, y especialmente de los anarquistas, el hacer todo lo posible para debilitar a el estado y a la clase capitalista, y el tomar como la única guía para su conducta los intereses del socialismo; o bien, si son materialmente impotentes para actuar eficazmente para su causa propia, al menos deben intentar rehusar cualquiera ayuda voluntaria a la causa del enemigo, y hacerse a un lado para salvar al menos sus principios—lo que significa salvar el futuro.
* * *
Todo lo que acabo de decir cuenta unicamente como teoría, y tal vez es aceptado, como tal, por la mayor parte quienes, en la práctica, hacen lo contrario. ¿Cómo, entonces, podria ser aplicado en la situación actual? ¿Qué debemos hacer, que debemos desear, en los intereses de nuestra causa?
Se dice, en este lado del Rin, que la victoria de los aliados sería el fin del militarismo, el triunfo de la civilización, la justicia internacional, etc. Lo mismo se dice del otro lado de la frontera sobre una posible victoria alemana.
Personalmente, juzgando en su justo valor al “perro demente” de Berlin y al “viejo verdugo” de Viena, no tengo mayor confianza en el sangriento zar, ni en los diplomáticos ingleses que oprimen a la India, que traicionaron Persia, que aplasto a las repúblicas de los bóers; ni en la burguesía francésa, que asesino a los nativos de Marruecos; ni en Bélgica, que ha permitido las atrocidades del Congo y se ha beneficiado en gran medida con ellas- y yo solo recuerdo algunas de sus fechorías, tomadas al azar, por no mencionar lo que todos los gobiernos y toda clase capitalista hacen contra los trabajadores y los rebeldes en sus propios paises.
En mi opinión, la victoria de Alemania desde luego significaría el triunfo de militarismo y de la reacción; pero el triunfo de los aliados significaría la dominacion Ruso- inglésa (es decir, knouto[1]-capitalista) de Europa y Asia, el reclutamiento y el desarrollo del espíritu militarista en Inglaterra, y una reacción clerical y tal vez monárquica en Francia.
Además, en mi opinión, es más probable que no exista victoria alguna definida en uno u otro lado. Después de una larga guerra, una pérdida enorme de vidas y de riqueza, ambos lados quedaran agotados y cierta paz será arreglada, dejando abiertas todas las cuestiones, preparando asi una nueva guerra más asesina que la del presente.
La única esperanza es la revolución; y como pienso que es la derrota de Alemania la que muy probablemente hara, por causa del estado presente de cosas, que la revolución estalle, es por esta razon—y solo por ella—que deseo la derrota de Alemania.
Se me permitira, por supuesto, el estar equivocado al apreciar la situación verdadera. Pero lo que parece ser elemental y fundamental para todos los socialistas (anarquistas, u otros) es que es necesario mantenerse fuera de cualquier tipo de compromiso con los gobiernos y las clases gobernantes, para ser capazes de beneficiarse con cada oportunidad que puede surgir, y, en todo caso, para ser capazes de reiniciar y continuar nuestras preparaciones y propaganda revolucionarias.
E. MALATESTA
[1] Un knout es un gran flagelo con múltiples látigos, normalmente hecho de un racimo de correas de cuero anexas a un mango largo, a veces con ganchos de alambre o de metal incorporados.
Algunos afirman que fue una invención tartara y se introdujo en Rusia en el Siglo XV, quizá por Gran Duque Ivan III el excelente (1462-1505)
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