Entrevista a la Federación Anarquista de Río de Janeiro (FARJ), de Brasil, realizada por Thierry L. para la revista virtual Divergences, entre diciembre de 2007 y febrero de 2008.
(…) ¿Cuál fue el modelo de organización que escogieron?
FARJ: Optamos por el modelo específico – conocido por otros nombres como “especifismo” o anarquismo organicista – en gran medida inspirado en la FAU. Por las discusiones que tuvimos, llegamos a la conclusión de que sería imprescindible trabajar con movimientos sociales y populares, y que, para ello, deberíamos crear una organización con énfasis en el compromiso militante. Una organización en estos moldes defiende algunas posiciones claras:
· la organización como minoría activa
· el énfasis en la necesidad de organización
· la unidad teórica y la unidad de acción
· la producción de teoría
· la necesidad de trabajo social e inserción social
· el entendimiento del anarquismo como herramienta para la lucha de clases en la búsqueda de un proyecto socialista libertario
· la diferencia entre los niveles de actuación política (de la organización anarquista) y social (de los movimientos populares)
· la defensa de una militancia que se haga con estrategia
Es obvio que la organización no nació trabajando con todos estos conceptos, pero hemos perfeccionado nuestro trabajo en ese aspecto, a lo largo de estos años.
¿Es posible detallar aún más cómo funciona esa manera de organización?
FARJ: Este modelo de organización sostiene que la función de la organización específica anarquista es coordinar y hacer convergir a las fuerzas procedentes de las actividades militantes, construyendo una herramienta de lucha sólida y consistente, que busca un objetivo finalista: revolución social y socialismo libertario. Creemos que el trabajo sin (o con poca) organización, en donde cada cual hace lo que quiere, mal articulado o incluso aislado, es ineficiente. El modelo de organización que defendemos busca multiplicar el resultado y la efectividad de las fuerzas militantes. En este modelo, la organización específica anarquista trabaja como minoría activa, o sea, un grupo de anarquistas que, organizados en el nivel político e ideológico, parte hacia las acciones en el nivel social – movimientos sociales, sindicatos, etc. En este trabajo, la organización de minoría activa se ocupa de influenciar a los movimientos y luchas con los que está involucrado, para que funcionen de la forma más libertaria posible. Siempre que actúan en el nivel social, los miembros de la organización política no buscan posiciones de privilegio, no imponen su voluntad, no luchan por los movimientos sociales, sino que con ellos, por eso se diferencian de una “vanguardia” marxista-leninista. Es así, la ideología dentro del movimiento social y no al inverso. Entendemos la unidad teórica como necesaria, pues la organización no puede trabajar con cualquier teoría, o con múltiples teorías; eso conduce a una falta de articulación, o incluso a una articulación conflictiva del conjunto de conceptos que lleva, sin dudas, a una práctica equivocada, confusa o aun muy poco eficiente. Esta unidad siempre se alcanza colectivamente y de manera horizontal en el seno de la organización.La unidad teórica camina junto con la unidad de acción. Por medio de ella, la organización actúa para poner en práctica las acciones que fueron establecidas dentro de la estrategia de lucha. Habiendo definido una línea teórico-ideológica y un programa estratégico, todos los militantes – después, la organización como un todo – poseen la obligación de realizar las acciones tácticas establecidas dentro del programa estratégico. En suma, todos deben “remar el barco hacia el mismo lado”. Este modelo de organización se caracteriza, aún más, por el énfasis que le da a la necesidad del trabajo social y de la inserción social. El trabajo social es la actividad que realizan los anarquistas organizados en los movimientos sociales y populares; y la inserción social es la inserción de las ideas y de los conceptos libertarios en estos movimientos. Si queremos luchar por una sociedad sin explotación ni dominación, no hay coherencia en hacerlo sin el compromiso de quien es la mayor víctima de la sociedad capitalista de clases: el pueblo explotado y dominado. Asumir esta postura no significa idolatrar al pueblo o creer que es revolucionario en su esencia, sino apenas concordar con la idea de que la lucha contra la explotación se debe dar con la participación de aquellos que son los más explotados. Por eso, estimulamos fuertemente la actuación en movimientos sociales populares, autónomos y combativos o inclusive su creación. Creemos que el anarquismo, para florecer, debe ser utilizado como herramienta para la lucha de clases. Otra característica de este modelo de organización es la diferencia entre los niveles político y social de actuación. No creemos que haya una jerarquía de la organización política sobre el movimiento social (como es para los autoritarios); para nosotros, esta es una relación complementaria y dialéctica, imprescindible para ambos. Así, el nivel político (de la organización anarquista) debe actuar en el nivel social (de los movimientos sociales) que está organizado en torno a cuestiones pragmáticas para la mejoría de las condiciones de vida de la clase explotada. Para que esto se haga con coherencia, se desarrollan estrategias en el seno de la organización anarquista: es en este ámbito donde se hacen los análisis de coyuntura; se tratan los contextos mundial, nacional y regional; se analizan los movimientos y las fuerzas populares en juego, sus influencias, potencialidades; las cuestiones de la política institucional que tienen influencia sobre los ambientes en los que nos proponemos actuar. En este mismo ámbito de la organización específica, se dan las reflexiones sobre los objetivos a largo plazo, o sea, forjar nuestras concepciones de revolución social y del propio socialismo libertario. Tras eso, lo más complicado: pensar en una propuesta de acción que buscará alcanzar tales objetivos, o al menos, hacer que se vuelvan más palpables. La estrategia tendrá que responder la siguiente pregunta:¿cómo salir de donde estamos para llegar a donde queremos? A esa línea “macro” (de diagnóstico, objetivos de corto, medio y largo plazo) designamos estrategia y a los grandes objetivos, los objetivos estratégicos. La estrategia, a continuación, es detallada en una línea más “micro”, o sea, táctica, que determinará las acciones que se colocarán en práctica los militantes o grupos de militantes y que buscarán alcanzar los objetivos tácticos. Obviamente que, la realización de los objetivos tácticos nos acerca de forma importante a los objetivos estratégicos. Así, tal opción de organización exige un alto nivel de compromiso de los militantes.
¿Quién la integra y cómo funciona?
FARJ: La FARJ es una organización de individuos que posee militantes orgánicos y lo que podríamos llamar una “red de apoyo”, compuesta por personas que nos ayudan de diferentes formas. Estamos divididos, los militantes orgánicos, en lo que llamamos “frentes de trabajo”, o “frentes de inserción”. Hasta el año 2007 estuvimos trabajando con dos frentes: uno de ocupaciones urbanas y otro comunitario. A partir de 2008 tenemos nuestro tercer frente: agroecológico. Hay una política determinada colectivamente por la organización que se emplea en los frentes, que poseen cierta autonomía para trabajar esta aplicación. De la misma forma, las líneas maestras de lo que se realiza en los frentes se informan a la organización que las discute colectivamente. El resultado de este proceso de determinación de política, discusión y aplicación de la política en los espacios de inserción, observación, análisis y discusión de los resultados de esa aplicación práctica de la política es lo que constituye nuestro funcionamiento básico.
Gran parte de los países de América Latina ahora posee gobiernos de izquierda, o que se reivindican como tal. Está Lula en Brasil, Bachelet en Chile, Morales en Bolivia, Chávez en Venezuela... ¿Cuál es la posición de ustedes en relación con esta situación? ¿Cómo la analizan?
FARJ: Entendemos esta ola progresista de gobiernos “de izquierda” como resultado de los flujos y reflujos del capitalismo que, como vemos, pueden permitirles a estos gobiernos que sean electos con una posición más progresista, sosteniendo un discurso más “popular” y administrando el capital a favor de la elite económica. No estamos diciendo que una dictadura es la misma cosa que un gobierno de este tipo – sería un completo contrasentido de nuestra parte. Sin embrago, lo que se debe cuestionar es el hecho de que los gobiernos de este tipo tienden a calmar los movimientos sociales más combativos, incentivándolos a empezar a actuar dentro del Estado, ya que un gobierno progresista “puede darles espacio institucional”. Con eso, salen de la acción directa y pasan a ser cooptados y a creer que un gobierno, como el de Lula, por ejemplo, es un gobierno “popular”, que posee espacio para los movimientos y es capaz de realizar los cambios necesarios. Lula, a pesar de haber aumentado los beneficios sociales para las clases más explotadas sostiene, al mismo tiempo, una política económica que beneficia a los bancos y al capital transnacional – una política que es la gran responsable por la situación de explotación del pueblo. En fin, creemos que este nuevo contexto precisa una mayor sofisticación de análisis de nuestra parte, porque las contradicciones del capitalismo quedan más disimuladas. Esto exige una mayor capacitación de los militantes.
Con el movimiento “altermondialista”, el modelo de “democracia participativa”, vivenciado en Porto Alegre, se hizo muy conocido. ¿Cuál es su opinión sobre esto?
FARJ: El anarquismo defiende un modelo de autogestión que es, antes que nada, deliberativo. El modelo de democracia participativa de Porto Alegre es semejante al movimiento dentro de las empresas capitalistas para mejorar el compromiso de los empleados con la empresa y los resultados financieros, utilizando, para eso, la participación, en donde los empleados son oídos en las tomas de decisión de los administradores y patrones. Para nosotros, cualquier sistema de “democratización” – sea de una empresa del sector privado, o de una instancia del Estado (como es el caso de Porto Alegre) – debe venir de abajo, como una exigencia de las clases más explotadas, para que las decisiones se tomen a su favor. Porto Alegre sostiene un modelo consultivo de democracia, en que el Estado viene, de arriba, a preguntar lo que quieren sus ciudadanos, sin la obligación de implantar lo que se decidió y haciendo lo que le parezca mejor. Es lo mismo que la empresa que decide preguntarles a los empleados qué hacer para mejorar el trabajo. Este modelo es radicalmente diferente de modelos de movilización de base que, de abajo hacia arriba, se organizan para obligar al Estado a garantizar un beneficio social u obligar a la empresa a dar un aumento salarial o algo del género. A pesar de esto, es innegable que cualquier modelo que promueva el debate, y que pueda, de una forma u otra, luchar contra la cultura de la omisión y de la delegación política, estimulando la participación popular, posee aspectos positivos. Entretanto, estimulamos que eso venga de abajo, y, principalmente, que se considere un medio para algo más, y no un fin en sí mismo.
(hablando sobre la exclusión social en las favelas de Rio) En esos lugares, donde el Estado casi no interviene, a no ser para reprimir, me imagino que la población debe recurrir a su creatividad y a su capacidad de autoorganización para solucionar directamente parte de los problemas. ¿No hay allí un espacio para articular ciertas prácticas de autoorganización del pueblo con el proyecto autogestionario libertario?
FARJ: No es exactamente así. No es porque el Estado no está en esos espacios que necesariamente afloran la creatividad y la autoorganización. El Estado es necesario para sostener el capitalismo, pero estar sin el Estado no significa que estaremos sin capitalismo y otras formas de dominación, por eso las ideas y prácticas libertarias no surgirán automáticamente. Para nosotros, creer en eso es una equivocación. Y el neoliberalismo y los ultraliberales están ahí para mostrar que aun con una crítica al Estado y con un intento de minimización de su rol, si eso no va junto a un cuestionamiento muy serio sobre el capitalismo y otras formas de dominación no habrá creatividad, autogestión; en síntesis, no habrá anarquismo. Hay una ideología, ya transformada en cultura, que se está transmitiendo por los medios más variados y un desarrollo de dominación que forma parte de toda la historia de Brasil, y del propio mundo. Somos partidarios del anarquismo “voluntarista” de Malatesta y creemos que existen contradicciones y lucha en las relaciones de dominación que suceden en la sociedad. A partir de ahí, pensamos que el rol de los anarquistas es estar en esos lugares que explicitan las contradicciones del capitalismo y de las relaciones de dominación, constituyéndose como herramienta de lucha; para nosotros es solamente en medio de estas contradicciones del sistema que el anarquismo tiene condiciones de florecer. Es la idea del anarquista lusitano Neno Vasco (que formaba parte de los organizacionistas malatestianos citados antes), que decía que tenemos que arrojar nuestras semillas en el terreno más fértil. Y, para nosotros, las semillas del anarquismo se deben arrojar en medio de la lucha de clases y donde las relaciones de dominación (principalmente del capitalismo) son muy explicitas. Con una presencia anarquista fuerte en esos sitios, cuando se den las contradicciones y luchas, el anarquismo será una alternativa. Si no se lo difunde lo suficiente, el anarquismo perderá esos momentos y quedará al margen de los acontecimientos, perderá el tren de la historia. Por nuestra experiencia, cuando el anarquismo se difunde entre el pueblo explotado, tenemos receptividad y podemos trabajar cuestiones como anticapitalismo, acción directa, democracia directa y autogestión (o autoorganización). Si no estamos presentes, aparecerán otras ideas y serán las responsables de continuar la dominación y la explotación. (…)
ORGANIZACIÓN E INSERCIÓN SOCIAL
Por Felipe Corrêa (militante de la Federación Anarquista de Rio de Janeiro)
El anarquismo especifista reivindicado por la Federación Anarquista de Rio de Janeiro (FARJ), o simplemente “especifismo”, es una concepción de organización anarquista. Traído de Uruguay, el término “especifismo”, se refiere a los ejes fundamentales que marcan la actuación anarquista: la organización y la inserción social, basados en los conceptos clásicos del anarquismo, que son la actuación diferenciada en los niveles político y social, (concepto de Bakunin) y la organización específica anarquista, (concepto de Malatesta). Los primeros en utilizar este término fueron los compañeros de la Federación Anarquista Uruguaya (FAU), a pesar de que se referían a una forma de organización que comenzó a desarrollarse en el siglo XIX y que fue perfeccionada en durante el siglo XX. En su Declaración de Principios, la FAU relaciona el concepto de especifismo con el de anarquismo organizado:
“Nuestra crítica y nuestro proyecto no se agotan en el levantamiento, la protesta y la rebelión sino que maduran en un modelo de sociedad libertaria inconfundiblemente socialista, en una estrategia de ruptura revolucionaria y en un estilo militante combativo y de agitación permanente en dirección a las transformaciones sociales en gran escala. Este proyecto se canaliza a través de la organización revolucionaria específica y es por tanto, lucha organizada.” [1]
La organización y la inserción social no son defendidas por todas las corrientes anarquistas. Sabemos que el anarquismo es bastante amplio y por eso abarca diversas concepciones, muchas de ellas contradictorias.
El especifismo defiende una posición clara en la polémica histórica sobre la cuestión de organización y de la práctica anarquista, es por eso que tiene en su primer eje la organización. En primer lugar, defiende que los anarquistas deben organizarse específicamente, como anarquistas, para entonces trabajar con los movimientos sociales. En este modelo organizacional vale la idea que, para actuar con eficiencia en la lucha de clases, es preciso que los anarquistas estén organizados, en el nivel político como un grupo de cohesión, con discusión política e ideológica avanzada, con una estrategia bien definida, de forma que eso les dé fuerza suficiente para actuar en el ámbito de las luchas de los movimientos sociales.
La organización específica anarquista, que trabaja en el ámbito político, actúa en el seno de la lucha de clases, en los movimientos sociales y populares, que constituyen el ámbito social. En este trabajo, los anarquistas, organizados como minoría activa, los influencian en cuanto pueden, haciéndolos funcionar de la forma más libertaria posible. Organizados como un agrupamiento específico de cohesión, los anarquistas constituirán una fuerza social mucho mayor y podrán funcionar como un elemento sólido de influencia y persuasión, que tendrá menos chance de ser “atropellado”, por un partido de izquierda, por autoritarios de cualquier estirpe, por la iglesia, otros individuos y grupos que tentan a todo hora usar el movimiento social para su propio beneficio.
El segundo eje del anarquismo especifista es la inserción social. La idea de inserción social está ligada a aquella búsqueda del vector social perdido por el anarquismo, cuando este terminó por desligarse de la lucha de clases y de los movimientos sociales. Con el episodio del alejamiento de los anarquistas del movimiento sindical en Brasil, ocurrido entre los años 1920 y 1930, hay una pérdida de ese vector social del anarquismo, que termina por organizarse en centros de cultura, ateneos, escuelas, etc. La inserción social refuerza la idea de que los anarquistas deben buscar, además de estos aspectos de refuerzo de la memoria y de la promoción de la cultura libertaria, principalmente tener un papel relevante en la lucha de los movimientos sociales y populares. Muchos tienen un poco de recelo con el término “inserción social”, por que lo asocian al viejo “entrismo”, de la izquierda autoritaria en movimientos para intentar aparejarlos, o hacerlos funcionar en su propio beneficio. En realidad, eso no es verdad. Este concepto de inserción social de los anarquistas está ligado, solamente, a la idea de retorno organizado de los anarquistas a la lucha de clases y a los movimientos sociales. No en un sentido de vanguardia, de luchar por el movimiento, sino defendiendo la minoría activa que lucha con el movimiento.
Hay algunas otras ideas que caminan junto con los conceptos presentados encima. Por ejemplo, la crítica a la falta de organización de la mayoría de los anarquistas, proponiendo por lo tanto, esa forma de anarquismo organizado, orientado por la concepción de organización específica explicada anteriormente. Hay también una clara oposición al anarquismo individualista y a la exacerbación de los egos, proponiendo una forma de anarquismo comunista o colectivista, que hace de la libertad colectiva su norte estratégico y que sin ella, considera imposible la libertad individual. Esa forma de organización se opone al modelo sintetista, por creer que no funciona, colocar una serie de individuos y organizaciones bajo el “paragua” del anarquismo, simplemente realzando una identidad alrededor de la crítica – pues generalmente solo hay acuerdo en la crítica del Estado, del capitalismo, de la democracia representativa – o mismo de la sociedad futura; eso por que no hay ninguna unidad en términos organizacionales, o en las cuestiones constructivas. O sea, no hay una posición clara entorno de la forma de organización adecuada, en “como actuar”. Muchos anarquistas no consideran la organización tan necesaria y otros la hallan hasta autoritaria. En el modelo de organización especifista, se defiende la idea de trabajar con unidad táctica y teórica, lo que facilita enormemente el trabajo con proyectos estratégicos bien definidos y con todos trabajando en el mismo sentido. En esta forma de organización, hay también un papel preponderante para la cuestión de la responsabilidad y del compromiso, lo que veremos con algunos detalles a seguir.
Ética y responsabilidad
Junto con la noción de organización e inserción social, caminan dos principios: la ética y la responsabilidad.
La ética es entendida siempre como un sinónimo del anarquismo, constituyéndose en su “espina dorsal”. No debe ser entendida como un sistema de ideas y valores teóricos; no aplicables, sino como un principio aplicable, de valores que toma en cuenta los intereses colectivos y universales; que define los principios de conducta. La ética anarquista es justamente una necesidad de coherencia entre nuestra conducta y los principios que defendemos, en el caso de la FARJ, por ejemplo, libertad, federalismo, autogestión, internacionalismo, acción directa, clasismo, práctica política, inserción social y apoyo mutuo.
La ética se diferencia radicalmente de la moral. La moral es algo que se coloca de fuera para dentro, un contenido no elaborado y que por medio de la coerción, se acepta, o simplemente se somete a ella. Distintamente, la ética es algo que viene de dentro hacia fuera, o sea, algo que es procesado, pensado sin coerción, que después norteará la conducta. La moral puede ser considerada una victoria sobre el individuo, al paso que la ética es el “vencer con” (o convencer), siendo la conducta orientada por la ética el resultado de la elaboración y del procesamiento de los conceptos.
Se relacionó mucho, durante la historia del anarquismo, la ética con la coherencia entre los medios y los fines. Por eso se defiende una forma de actuación, que sea adecuada con el fin que se desea alcanzar, la llamada coherencia entre los medios y los fines. Se entiende que si la lucha tiene por objetivo la libertad, debe ser hecha en libertad. Eso se explica de diferentes formas, desde rechazando un medio autoritario como el Estado para llegar a la libertad – el concepto marxista de socialismo –, hasta defendiendo una actuación honrada, íntegra y honesta políticamente, muy al contrario de las historias de militancia de Netchaiev, por ejemplo, que creía que todo valía la pena, para llegar a la revolución, mismo mintiendo, engañando, chantajeando, traicionando compañeros, etc.
En la propia historia del anarquismo en Rio de Janeiro, se relacionó bastante a la ética con el respeto mutuo, entendiéndola como un principio que exigiría la necesidad de respetar a los compañeros de lucha y hacer del ambiente político un lugar de solidaridad, sea con militantes antiguos, sus compañeros, sea con los nuevos interesados. Se recomienda así, una consideración a la pluralidad de ideas, un derecho a la manifestación y a la voz, siempre tratando a las personas con el debido respeto y repudiando conductas antisociales, desagregadoras y divisionistas. [2]
Además se puede relacionar le ética con la responsabilidad, de la forma que lo hizo Ideal Peres, cuando afirmo que “un sujeto que tiene una ética libertaria sabe por que está luchando y consigue explicar los motivos ideológicos de la lucha, tiene compromisos y autodisciplina para llevar a cabo las tareas asumidas”. En esta relación Ideal Peres, que siempre reforzó los valores de ética y responsabilidad, coloco la necesidad de los militantes anarquistas, de conocer los motivos de la lucha, es decir, contra lo que se lucha y por lo que se lucha, consiguiendo justificar ideológicamente sus argumentos. El compromiso y la autodisciplina serían fundamentales para colocar en práctica esa ética libertaria, siendo por lo tanto antiéticos, los anarquistas que defienden una posición muy común en el universo libertario de descompromiso e irresponsabilidad.
Al entender que la responsabilidad es contraria a la libertad, muchos anarquistas imposibilitan la relación de cualquier actividad seria, con objetivos mínimos. Los anarquistas que defienden la idea de responsabilidad creen que sin ella es imposible hacer cualquier proyecto de medio o largo plazo, de colocar en práctica un proyecto de corto plazo, o establecer una forma de acción y cumplirla. A partir de esa división se entiende que para la realización de cualquier actividad en una organización, debe haber una discusión previa, un planeamiento estratégico que se desdoble, en un planeamiento táctico, con las diversas acciones que la organización realizará. Para que esto ocurra, se deben dividir las responsabilidades y cada uno debe hacer lo que asumió. Como recientemente escribió la FARJ, “la autodisciplina es el motor de la organización autogestionaria” [3], y debe funcionar sin disciplina servil, mas con coherencia con las ideas aceptadas, con la realización de las tareas asumidas y con la obligación severa, para con el trabajo de militancia y de lucha.
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